LEJANO
PUNTO DE VISTA
A la maestra
Flor Lizet Escamilla.
Ivana:
Eso quiero. Dormir, salir de mí, no regresar.
El sueño eterno, la manipulación de las horas, absorto en minucias, prófugo,
echado para atrás como cuando viajamos en mi auto por carreteras que no llevan
a ningún lado. Es el efecto somnífero, el efecto droga sintética, alteración de
los sentidos; es la calma que revienta e impacta con su dulce melodía el fragor
de la batalla; es la muestra y envidia, la presencia antigua que contempla con
ojos desorbitados y blancos el desarrollo permanente de mi debilitado estado de
salud. Me escapo de este cuerpo que no es mío, de este cuerpo que ha sido
regalado o prestado por un orfebre veneciano hace siglos, cuando Venecia era un
mar echado al mundo y el mundo un mar tierra adentro; me escapo entre libros,
entre hojas me escapo de la tinta, y en la tinta entrego arabescos
indescifrables, letras halladas más allá de la llanura espesa de tu cuerpo,
letras que no son letras sino símbolos de plenitud y calma, ideogramas de
márgenes perfectos, signos pulcros, necesidad de expresar lo inexpresable. Allá
voy, Ivana, allá voy, al resquicio, al móvil de tus sueños, a la estatura de tu
cuerpo, agazapado como un felino espera el mejor momento para cazar su presa,
con las manos frías y temblorosas y la sonrisa que asoma por la boca con la
triste ironía del condenado a muerte. Voy hacia allá gateando, con la boca en
el suelo, oliendo el polvo. Estaré ahí poco tiempo, lo suficiente para no
regresar, esperando. El tiempo no despierta, Ivana, el tiempo es como una
novela de diálogos interminables que sacia su sed de semejanza fundiéndose en
silencios, Ivana; es un recorrido transparente que ya no ilumina a lo lejos.
Ese día, mientras recorríamos el centro de Guanajuato a bordo de mi sedán
viejo, hablando de lo bien que te caería una cerveza y a mí un tequila, me di
cuenta de algo: no estarías. Negamos hablar de Auster y las películas de David
Lynch que nos gustan, tan gastados chistes de ultratumba y nuestro pánico
escénico cuando tú representaste a Carlota y yo a un simple vasallo de Maximiliano
es una puesta en escena de la universidad. El auto avanzaba por esa ciudad
bellísima, que a ti te pareció Toledo (¿dijiste Toledo o Córdoba?) y a mi no me
pareció nada porque no conozco Toledo o Córdoba y mi espacio mental se reduce a
mis recorridos nocturnos, a pie, autobús o metro, por el Distrito Federal, pero
en fin, ahí íbamos, fuego cruzado de silencios esparcidos entre semáforo y
semáforo, saltimbanquis en las esquinas, la ciudad multicolor bañada por un Sol
esplendoroso de octubre, las madres y los padres ufanos de sus hijos en
carriolas o bicicletas desmontables, un carrito de helados, globeros, tu boca
entreabierta y tus ojos prestando atención a todo lo que aparecía, al carnaval,
las voces de los guías de turistas que indicaban el estacionamiento más
cercano, el ruido que era como una bendición y no el terrible golpe sonoro del
DF un viernes de quincena a las cuatro de la tarde; tu boca fumando un
Delicados, tan de ti darte aires de no importante nada y menos fumar mota de
una manzana sin corazón y beber mezcal de la botella y despreciar mis
recomendaciones de lectura como si tu opinión contara más que ninguna –bahhh
con Mendoza y Solares, patíbulo para Bolaño, cascarita de futbol llanero con
Auster y Roth, Ph- y yo haciéndome convenientemente el desentendido y tus manos
posada en tu nuca y yo observando, alternadamente, tus brazos y tus
piernas, el humo del Delicados saliendo
de tu boca, Me gustas, te digo, Me gustas, Ivana, y quizá te ame, No digas tonterías, dices, uno jamás ama, eso es una invención de los
franceses, Francés o no, no lo puedo evitar, digo y quiero observar dentro de
ti más que un témpano de hielo, un glaciar perdido en el Polo Norte, un
pingüino que nada hacia un oso polar que lo asecha, ventisca boreal, aurora
nocturna, y tú me miras incrédula, como queriendo ver dentro de mí más que un
cálido verano, O sea que va en serio, preguntas, Tan en serio como que respiro,
digo, No seas cursi, Andrés, me choca cuando te pones así, Me da lo mismo,
igual te amo, Que no me amas, dices, nunca podrás amarme porque el amor no
existe, Pues inventémoslo, digo, Ya te salió lo Rimbaud, dices, no seas bobo,
tu mano toca mi rostro con delicadeza, se desliza hacia mi pelo y lo revuelve y
lo acaricia, Te falta un corte de pelo, dices, Qué sutil eres para cambiar de
tema, digo, No me gusta hablar de lo mismo, lo nuestro durará lo que tenga que
durar, ni más ni menos: desde el balcón una mujer entrada en carnes cuelga una
sábana: el viento sopla menos, el sol está por ocultarse, la gente atiborra los
bares, restoranes y fondas, voy despacio por esa calle estrecha, escuchando a
Charlie Parker en el autoestéreo, viéndote, viéndome, viendo tu lunar oculto en
tu cuello, escuchándote hablar de lo que nunca ha sido.