No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



viernes, 24 de junio de 2011

CUANDO HAYA LUGAR


Dio el primer jalón de coca del día. Su vista se nubló durante unos segundos y permaneció en silencio esperando que el efecto de la coca se propagara a todo su cuerpo. No había temblor como otras veces, ni ese leve zumbido que sentía bien clavado en el cerebro. Su respiración se hizo más pausada y las cuencas de los ojos orbitaron en todo su esplendor. Sacó su .45 de la pistolera, cortó cartucho y bajó de la Suburban. El día era caluroso, quizá el más caluroso en meses. Acomodó su texano mientras palpaba la frialdad de la .45 en su mano derecha; a lo lejos, vio la federal a Batalla de Zacatecas como una vía rápida de salida por si algo salía mal y se detuvo. Los carros se detenían continuamente y la fila, según pudo deducir, ya abarcaba varios kilómetros. Ni por asomo podría salir por la federal a Batalla de Zacatecas, internarse en ella sería un suicidio. Pensó en los daños colaterales, los muertos si se desataba una balacera. Los muertos valen madres, así es esto y así será. La polvadera vencía su intento de avanzar, haciendo que se detuviera para fijar la vista hacia adelante. Una ventisca arremolinó el polvo sobre él y su texano fue arrastrado hasta que lo perdió de vista. Pinche día, mero hoy se les ocurre mandarme para acá. Por unos segundos pudo avanzar sin que la polvadera volviera torpes sus movimientos y pudo divisar el local gris adornado con un foco rojizo en la entrada. Proibida la entrada a bendedores amvulantes y hombres armados y militares. Un niño gordo y mal peinado estaba sentado en una poltrona a pocos metros de la entrada de la cantina. Al verlo, el niño hizo el intento de pararse y entrar en la cantina, pero vio que el tipo que venía hacia él le apuntaba con una pistola enorme, la más grande que había visto. Se quedó quieto. Cerró los ojos hasta que sintió los pasos cerca de él y luego un crujido que lo volvió todo de un color marrón. Los niños no deberían estar en estos tugurios, qué putas de padres más desconsiderados. El viento balanceaba la media puerta de un lado para otro. Dentro, se escuchaba un corrido muy sonado y, dentro del corrido, risas, mentadas de madres, copeos, taconazos. Se puso la .45 en el pecho, la besó levemente, aspiró con fuerza el olor a grasa y pólvora. Ya estará. Abrió la puerta y su vista divisó y siguió rápidamente la humanidad de un tipo que bailaba pegadito con una dama de minifalda de mezclilla, levantó el arma y descargó un certero balazo que entró por la oreja del tipo y fue a estrellarse en la rocola; en una mesa contigua, dos tipos hicieron el intento de pararse pero la balas ya le habían perforado el pecho a uno y desbaratado el rostro al otro. Salió del lugar tal y como había entrado. La polvadera había disminuido y en medio de los matorrales vio que la Suburban era revisada por un grupo de niños famélicos; tiró un disparo al aire: los niños permanecieron en silencio, al lado de la Suburban hasta que vieron que el hombre les apuntaba, se revisaba la bolsa del pantalón, entraba a la camioneta y se alejaba dejando una estela de polvo que por fin los ahuyentó. I’m fine, I’m fine. All I need is Love, and a Cold beer. Se rió. Buscó entre la bolsa de su camisa el sobrecito de coca, esparció en poco el mano izquierda sin soltar el volante forrado de piel de víbora e inhaló la droga combinada con una gruesa capa de polvo. Los automóviles estacionados en la federal a Batalla de Zacatecas comenzaron a moverse rápidamente y el flujo se hizo intermitente pero permitió a la Suburban mezclarse entre los automóviles de todas las marcas y modelos aunque principalmente camionetas y trailers. Avanzó un kilómetro, tal vez dos. Puta madre, esos pendejos no dejan de componer este puto camino. Si yo fuera presidente municipal, si yo fuera el hijo de la chingada que. Los automóviles se detuvieron uno a uno hasta que tocó el turno de la Suburban. No apagó el motor. Encendió el estéreo: Rosita de olivo, blanca flor de azahar, me das un besito cuando haya lugar, cuando haya lugar me mandas decir. Soy hombrecito y te puedo cumplir… El calor era insoportable. Guardó la .45 (que llevaba en el asiento del copiloto) debajo de su asiento. Encendió el aire acondicionado: el aire frío cubrió su rostro. …y yo le contesto, con grande dolor, no lloro por nadie. Sólo por tu amor. Only for your love. Encendió un cigarro púrpura: el humo invadió la cabina de un olor rancio. Abrió la ventanilla polarizada para dejar escapar el humo y respirar aire fresco. Volteó la vista a la izquierda: desde una Ford Explorer una anciana lo miraba con curiosidad. Volvió la vista. Los automóviles se arremolinaban tras él, haciendo que la primera fila pareciera un valet parking. Es mejor, entre más me mezcle, menos me encontrarán. Cambió de modo compac disc a modo USB. Esto está mejor: The Pixies: Where’s my mind? With your feet on the air and your head on the ground Try this trick and spin it, yeah Your head will collapse But there's nothing in it and you'll ask yourself. La fila de autos, chicos, medianos y grandes alcanzaba ya una gran distancia. Se bajó de la Suburban y caminó hacia la lateral para ver en donde estaba el problema. “Esto no tiene para cuando ¿verdad?”, graznó la anciana desde su Explorer, “puedo ofrecerle un jugo, yo los fabrico y los voy a vender a El Refugio”. El tipo no contestó: volvió a la Suburban y subió los polarizados. A los pocos segundos tocaron la portezuela. Era la anciana. “Me parece que no escuchó, pero le voy a invitar un jugo de tuna que yo misma fabrico en mi rancho, ya verá que sabroso y la tuna es mejor que una cerveza bien fría para quitar la sed”. No estaría mal una cerveza y una rola de The Doors para bajarla. El tipo masculló un gracias, cerró la portezuela y subió el volumen del estéreo. La voz de Jim Morrison se estrelló contra los vidrios: Love me twice today. Apagó el estéreo, el aire acondicionado y el motor. Se dio otro jalón de coca y guardó la .45 en la espalda, entre las nalgas y el pantalón. Bajó de la Suburban ante la mirada seria pero benévola de la anciana, que con una complicidad (que el tipo se sacudió en seguida), le dijo: “Qué bueno que va a ver si ya termina este martirio, a mi camioneta no le funciona el aire acondicionado y aquí está peor que el infierno. Manténgame informada”. El tipo no la miró. Avanzó entre la fila de autos, cubriéndose el rostro para no cegarse por el brillo del sol que se reflejaba de lleno en el asfalto. Avanzó varios metros, no muchos, hasta toparse con un encargado de la obra que le informó que la espera no tardaría más de diez minutos: desde la parte frontal de la fila ya se escuchaban los motores encendidos, desplazándose lentamente todavía pero ofreciendo la esperanza de que las palabras del encargado no eran inventos sino que en verdad la cosa estaba solucionada. Varios metros adelante, entre la fila interminable de autos, seis hombres avanzaban hacia ellos con cuernos de chivo en mano. Los hombres se dispersaron formando dos líneas de tres hombres que avanzaban por cada carril. El encargado de obras corrió hacia la lateral, tirándose entre los matorrales. El tipo rodeó un trailer que estaba al lado y, encañonando con la .45 al conductor, se subió. Los hombres pasaron al lado del trailer sin mirar el interior. Se escucharon fuertes detonaciones durante un tiempo indeterminado. Luego, vieron correr a los hombres a través del llano y perderse entre los matorrales. El tipo se bajó del trailer, no sin antes advertir al trailero que se callara la boca sino quería recibir un plomazo. Caminó hacia la Suburban: la carretera estaba llena de casquillos dilatados por el sol. Miró hacia la Explorer: ésta también había recibido sendos disparos de cuerno de chivo. La vieja sólo estaba aquí por destino, ya le tocaba. Debajo de la Explorer vio un bulto muy parecido a la anciana. Se acercó. Le pereció ver que el bulto se movía. Lo último que vio en su vida fue la mano de la anciana disparando una pistola.

Andrés López.

sábado, 11 de junio de 2011

HABLAR DE FUTBOL

Hace unos días tuve una acalorada discusión con un amigo sobre fútbol que casi llega a los golpes. Descubrí lo intolerables que podemos ser cuando los argumentos ya no cuentan. Un cliché harto repetido: nunca hables de religión y política porque no llegarás a nada. Yo agregaría: nunca hables de fútbol cuando no estés dispuesto a defender tu camiseta hasta las últimas consecuencias. De cualquier forma, el incidente quedó ahí y mi amigo y yo decidimos que por el bien de los dos jamás hablaríamos del asunto. Publico, con el permiso de él, la causa del altercado: un divertimento muy vulgar que escribí en días donde no tenía nada que hacer y que atañe al equipo de sus amores: el América.


LAS ÁGUILAS DEL AMÉRICA O LA AMBICIÓN DESMEDIDA

El largo peregrinaje de las Águilas del América inició en febrero de 2013, luego de que el dueño de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, y varios ejecutivos de la empresa fueron detenidos en un rancho cercano a Cuernavaca, acusados de narcotráfico, tráfico de influencias, trata de blancas y travestismo. El Consejo Presidencial de Grupo Televisa, decidió vender varios activos de la empresa, incluidos el equipo Club América de Fútbol A.C. El Consejo recibió varias propuestas, incluso del extranjero, pero la que más impactó fue la del magnate de los suplementos alimenticios y dueño de las Chivas Rayadas de Guadalajara, Jorge Vergara, quien puso sobre la mesa un millón de dólares, que era lo que valía el América en ese tiempo. Vergara, acérrimo rival de Azcárraga, desbarató la plantilla, vendió parte de los bienes del equipo, y decidió cambiarle el nombre. A partir del 2014, el América pasó a llamarse las Gallinas Culecas de Coapa. Una de sus primeras intervenciones como dueño de las Gallinas Culecas, fue la del cambiar el escudo, quedando como un nopal entrando en el ano de una gallina a punto de poner un huevo. La segunda acción, con toda malicia que caracteriza a Vergara, fue la de desmantelar el estadio Azteca y reducirlo hasta el 20% de su capacidad. Los fanáticos de las Gallinas Culecas, en protesta por el desmantelamiento del estadio, hicieron una marcha que fue reprimida con toda la fuerza policial disponible, muriendo varios fanáticos y lesionando a varios más.

Debido a los incidentes con los fanáticos, la Federación Mexicana de Futbol desafilió a las Gallinas Culecas durante un periodo de seis meses, recuperando su membrecía en el clausura 2014. Durante este periodo de inactividad, Vergara reestructuró el equipo y, para darle más valor nominal, recuperó del retiro a jugadores insignia del antiguo América. A continuación se mencionan los nombres y motivos de los jugadores adquiridos por Vergara y que conformaron la plantilla de las Gallinas Culecas durante el clausura 2014.

1. Olaf Heredia. Heredia llevaba años sumido en el alcoholismo cuando Vergara le hizo la propuesta de retornar al futbol activo como portero del equipo de sus amores. Tras una charla llena de whisky, cocaína y putillas baratas, Olaf aceptó la oferta de Vergara con la condición de tener atrás de la portería un respirador artificial que pudiera usar cuando las acciones del juego lo permitieran. Desafortunadamente, Olaf Heredia sufrió un paro cardiorespiratorio en el juego de presentación de las Gallinas Culecas y el Barcelona de España. Murió siendo trasladado al hospital.

2. Roberto “Jamaicón” Villegas. El Jamaicón se retiró del futbol activo en 1986, y desde entonces se había dedicado al comercio familiar (una tlapalería) en su natal Jalisco. Vergara viajó a Lagos de Moreno y le ofreció un puesto titular en su equipo. Jamaicón aceptó con la condición de tener a su lado a su pareja, un muchachillo de quince años que dominaba muy bien el balón.

3. Eduardo Vacas. Cuando Vergara localizó a Vacas en una pulquería de los Reyes la Paz, jamás esperó que el eximio defensa del América reaccionaría de esa manera. Tras una breve charla, Vacas golpeó salvajemente a Vergara, gritándole de todo (mercader del futbol y comerciante de piernas fueron los gritos más escuchados) y arrancándole la mitad de la oreja de un mordisco. Los guaruras de Vergara, al percatarse, golpearon a Vacas brutalmente y le aplastaron el cráneo con una barrica de pulque, dejando el lugar lleno de masa encefálica y mierda procedente del fundillo de Vacas, que no aguantó los golpes y en el último momento se cagó. Vergara fue internado en una clínica y en tres días reapareció en público con la oreja reconstruida.

4. Raúl Rodrigo Lara. Después de trabajar para las fuerzas inferiores del antiguo América, Lara recayó en las drogas y el alcohol y estuvo internado en una granja para rehabilitarse. Al salir, Vergara lo visitó en una taquería de la Merced, donde Lara trabajaba. Lara escuchó la oferta de Vergara. Vergara le ofreció un puesto titular, un auto del año y pagar los cien mil pesos que Lara debía a un conocido narcomenudista de Tepito. En el juego debut, luego de recuperar un balón en medio campo y avanzar veinte metros con él, Lara cayó de bruces en el campo. En el SEMEFO determinaron que la cusa de la muerte había sido la ingesta combinada de cocaína, mezcal y, para sorpresa de todos, orines de gato.

5 y 6. José Damasceno “Tiba” y Alex “Gallo” García. Aunque nunca

jugó en el antiguo América, Tiba siempre declaró sentirse atraído por el club. Luego de retirarse en un equipo guatemalteco, Tiba viajó a Nicaragua y se incorporó como auxiliar técnico de Alex “Gallo” García, quien había tomado las riendas del Ajaz de Nicaragua. La relación laboral rebasó los límites permitidos y muy pronto se dieron cuenta que estaban enamorados. Vivieron una relación tormentosa, donde Tiba era el macho alfa y dominador y el Gallo García la sumisa e insaciable hembra guardiana. Cuando el dueño del Ajaz los encontró fornicando en un dormitorio del club, vio una escena grotesca: Tiba estaba vestido como leopardo de pies a cabeza y montaba y penetraba a un Gallo García vestido como conejito de playboy. Inmediatamente fueron suspendidos. Vergara los encontró en un tugurio de Ciudad Neza y les planteó la posibilidad de regresar el futbol. Tiba aceptó pero el Gallo rechazó la oferta. Diez días después, mientras viajaba en la línea B del Metro, Gallo García sufrió un ataque de diarrea que literalmente lo vació. El SIDA había acabado con su vida.

7. Enrique Borja. A sus casi sesenta años, Borja aceptó formar parte de las Gallinas Culecas con la condición de sólo jugar cinco minutos por partido. Un corazón atrofiado, dos trombosis, un glaucoma crónico y cinco diálisis fueron los argumentos de Borja para tal petición. Mientras se alistaba para irse al estadio, donde jugaría el partido inaugural, Borja sintió un fuerte dolor en el recto que lo hizo tirarse al piso y casi llorar. Inmediatamente fue trasladado a una clínica donde los médicos, asombrados, confirmaron una colitis fulminante. Actualmente, Enrique Borja utiliza una bolsa de plástico cada vez que va al baño, puesta a un costado del estómago.

8. Cuauhtémoc Blanco. Blanco hizo una fortuna haciendo comerciales estúpidos y actuando en telenovelas insulsas, cuando no como presentador de programas basura y comentarista de chismes y talk shows. Fue en uno de esos programas cuando un entrevistador le preguntó si formaría parte de las Gallinas Culecas, a lo que Blanco contestó que jamás, ni muerto, jugaría para ese equipo. Algún fanático despechado tomó muy en serio sus palabras porque una madrugada entró a su casa y, tras amarrarlo en su cama, sodomizarlo y rociarlo de diesel, le prendió fuego. Al fuego sólo sobrevivió su sonrisa de pendejo y las placas dentales que sobresalían en todo el lugar.

9. David Luna R. Este singular fanático de las Gallinas Culecas tendrá un lugar especial en la conformación de la nueva época del club. Maestro de oficio, David o Davus como lo conocerán para la posteridad, creció siendo fanático del antiguo América en su natal Cholula. Una vez recibido el grado de Doctor en Pedagogía por la Universidad de Harvard, Davus rechazó una oferta laboral en Cambridge para hacer sus pininos desde la trinchera de la educación rural. Así que se dirigió a la Sierra Negra de Tehuacán donde comenzó su apostolado magisterial al lado de insignes figuras magisteriales como Napoleón Gil, Jairo Cruz, Manuel Montiel y Antoine salas (con quien se relaciona Davus a los pocos meses de llegar a la Sierra y sostienen una relación que dura diez años). Cuando Vergara compra al equipo, Davus deja la Sierra y se traslada a la capital del país, desde donde comienza a integrarse a la porra de las Gallinas Culecas. Salas, al sentirse traicionado, lo sigue hasta allá y en medio de una discusión, Davus lo apuñala por atrás. Los gritos de Salas se escuchan por todo el vecindario. Detienen a Davus y lo encarcelan. Tres meses después sale de prisión y forma la Porra Unida de las Gallinas de Culecas de Coapa. Un año después, mientras se comía diez cemitas en un atascadero de Puebla, Davus es raptado por unos encapuchados. Su cuerpo apareció una semana después. A su lado, encontraron unos zapatos picuditos, una corbata morada y una chanclitas pie de gallo. Mostraba indicios de haber sido violado con un cautín.

10. Para muchos fue sorpresa que Jorge Vergara contratara a un completo desconocido para llevar las riendas de las Gallinas Culecas. Pero, si analizamos detalladamente este documento, encontraremos que muchas de las acciones de Vergara fueron realizadas más con la víscera que con el cerebro. Motivos inexplicables y reacciones irracionales, todo llevado de la mano del excéntrico Vergara con el único fin de terminar con el orgullo americanista, medrar su autoestima y propinar al equipo un knock-out del que, para mala fortuna de los aficionados que siguen creyendo en ese equipo mediocre, nunca se levantarán. Quizá fue por eso que Vergara contrató a Ezequiel Reyes como Director Técnico. Reyes no tenía ninguna formación futbolística y su único roce con el balón había sido en su paso por la educación pública del país. De formación maestro, Reyes prefería las prebendas magisteriales y su jugoso sueldo como docente (conseguido gracias a triquiñuelas y compadrazgos) que dedicarse a dirigir un equipo de primera división. Sin embargo, Reyes tenía un sueño frustrado: ser futbolista. En su adolescencia, las películas de El Chanfle y los comics de Pirulete, el astro del futbol le habían dado la oportunidad de soñar en que algún día sería futbolista. No fue así: su auténtica incapacidad para golpear el balón le hicieron desistir de dicha empresa. Vergara lo conoció en una fiesta que ofreció Allchatarra, su empresa de suplementos alimenticios, en Puebla para celebrar a los mejores vendedores de la región. La mujer de Reyes era una gran vendedora de estos productos que la gente seguía consumiendo aun con las advertencias que entre las sustancias activas estaban el DDT y el ácido lisérgico. Entre los dos hubo un flechazo. Vergara se enamoró perdidamente de Reyes al grado de invitarlo a su penthouse esa misma noche. Aunque Reyes resistió el cortejo de Vergara, una semana después viajó en su avión privado. Se dice que en el avión unos negros somalíes satisficieron las necesidades carnales de los dos con miembros de treinta centrímetros. Al finalizar, exhaustos, Vergara le propuso que fuera el nuevo DT de las Gallinas Culecas de Coapa.



viernes, 10 de junio de 2011

TIGRES DEL NORTE AND FRIENDS



El Unplugged que los Tigres del Norte se avientan para MTV es sencillamente sorprendente. Uno esperaría la clase de tributos rascuaches que pierden sentido cuando los intérpretes están más enfocados en preservar la esencia del grupo que aportar algo más a la interpretación. Para quienes somos fanáticos de este grupo norteño que lleva más de cuarenta años rolando, las interpretaciones de Zack de la Rocha, Andrés Calamaro, Juanes, Calle 13 y demás invitados son bocanada de aire fresco a un año musicalmente malo. La interpretación que hace Calamaro de "La mesa del rincón" con ese toque de tango inicial es genial; Zack de la Rocha aprovocha el momento y nos recuerda que si bien este geniecillo polítologo y vocalista de Rage Against the Machine nació en los Estados Unidos, tiene muy presentes sus raíces mexicanas y nos canta "Somos más americanos"; Juanes le da su toque caribeño a "La Jaula de oro"; y hasta Paulina Rubio canta, melosa, "Golpes en el corazón". Un disco muy bueno que vale la pena escuchar completito, aun cuando esté incluida Paulina Rubio.

jueves, 9 de junio de 2011

CUATRO HISTORIAS (IV)


CUATRO HISTORIAS (IV)

Somos un bípedo capaz de un sadismo indescriptible. Nuestra inclinación a la matanza, a la superstición, al materialismo y al egotismo carnívoro apenas ha cambiado durante la breve historia de nuestra residencia en la tierra.

George Steiner.

El periodo más fuerte de mi depresión duró alrededor de tres meses. Tres meses infernales, aunque cuando una está deprimida el tiempo pasa volando que apenas si puedes respirar. Yo no pensaba en mi depresión cuando estaba deprimida. Pensaba en morirme. Colgarme de una viga imaginaria que atravesara mi departamento y dejarme caer con una soga atada previamente a mi cuello. Oír el chasquido de mi cuello cuando se desprendiera de mi espina dorsal. Ir a la farmacia y surtirme de una buena vez de una cantidad considerable de ansiolíticos que para cuando quisiera reaccionar mi mente estaría en ese espacio indefinido llamado limbo. Soñaba con tener el cañón de una escopeta bien metido en mi garganta y apretar el gatillo y escuchar cómo mi cráneo se abre y la masa encefálica embarra el cielorraso azulado. Tener una navaja afilada y cercenar mis muñecas con paciencia de cirujana; beber la sangre que resbala por mis piernas y mancha mi bata CH y sigue su recorrido hacia la coladera del baño, no sin antes manchar mis pantuflas bávaras y echar a perder mi pedicure L’affaire. Intentar de todo, como en esa película de Bill Murray donde debido a un Warm Hole (me gustaría que fuera un Warm Hole, aunque en vedad no sé si lo es) el tiempo se repite y se repite hasta que el pobre personaje que hace Murray se da cuenta que está atrapado en un eterno retorno nietzscheano y decide matarse, utilizando el pretexto de robar a la mascota del pueblo (un bonachón y regordete castor) y conducir a toda velocidad hasta llegar a un desfiladero donde Murray cae junto con el castor, para después despertarse y encontrarse en el mismo sitio, y seguir así, repitiéndose, tirarse en la bañera y dejar caer un tostador, y seguir así: colgarse, y seguir así: aprovechar no la muerte sino la vida para conquistar a la mujer amada.

Nadie me visitó durante esos tres meses. Hilaria, la doméstica, se marchó al primer mes. Dijo que no podía ver cómo me iba consumiendo poco a poco. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarme y tirar a la basura a Pershing, el gato, luego de que el olor a pudrición hizo insoportable el departamento. Lo descubrí atrapado en una redecilla que servía para colocar la ropa sucia en el cuarto de planchado. Debió sufrir. Igual que yo. Apenas si comí durante ese tiempo. Bebía agua directo del grifo y sólo bajaba a la cocina para ingerir pequeñas cantidades de pan integral. Una vez salí a la calle a comprar provisiones pero fue todo. Pasé semanas sin bañarme. Todo el departamento olía a mierda –mi propia mierda depositada entre las sábanas y la alfombra- y a meados y a suciedad. Y hubiera muerto de no ser por Emilia Peñasco y Toño Cantú. Pero no hablaré de ellos.