No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



sábado, 24 de octubre de 2020

 


 

LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES

             Leonardo Padura.  Como polvo en el viento, Tusquets Editores, Barcelona, 2020, 699 pp.

Leonardo Padura es reconocido por la crítica y los lectores como unos de los escritores cubanos más importantes de inicios de este siglo. Autor de novelas policiales (creador del mítico detective Mario Conde), ensayos y obra miscelánea, Padura transita por varios géneros literarios con igual suerte. El hombre que amaba a los perros (Tusquets, 2009) y Herejes (2013), entre otras obras, le han valido el respeto de los lectores y la crítica más exigente. En este 2020, tan vilipendiado por la Pandemia, publica Como polvo en el viento, quizá la novela más importante del exilio cubano, y una de las mejores novelas de este año.

          Hay que reconocerle a Padura el esfuerzo por escribir un libro honesto que habla sobre una realidad latente todavía en Cuba. Y es que hablar del exilio cubano, aún con la apertura que se ha dado después de la muerte de Fidel Castro y el reinicio de las relaciones comerciales y diplomáticas con Estados Unidos, a partir de 2014, es un tema tabú tanto dentro como fuera de la isla. Los personajes de la novela son escindidos: viven constantemente con un pie fuera de la isla, convencidos de que la única oportunidad para vivir y ser felices está en otro país, en otro continente. Un grupo de amigos, llamado El Clan, vive en La Habana durante los años más fuertes de la crisis económica y humanitaria que azota la isla, afínales del 80 y principios de los 90. Ante la inminente caída del modelo comunista, abanderado por la Unión Soviética, la Cuba de Fidel Castro se enfrenta a la debacle: desempleo, hambruna, enfermedades, malestar social generalizado. Ni el discurso rimbombante y demagógico de Castro, que habla de un “periodo especial en tiempos de paz”, logra calmar los ánimos de los cubanos, que, hacia finales de la década, cuando Cuba abre sus fronteras, se lanzan a la diáspora con la voracidad del ciego que sigue un halo de luz.

En este contexto se desarrolla la novela de Padura. Con ecos que remiten al Guillermo Cabrera Infante de La Habana para un infante difunto y el Inventario secreto de La Habana de Abilio Estévez, Padura escribe una novela coral, donde cada uno de los personajes se desarrolla íntimamente con una voz personal, polimórfica, que lo mismo se narra desde Miami, Madrid, Barcelona, Buenos Aires o San Juan, que en las sucias calles de Fontanar, en Centro Habana.  El exilio en sus diversas vertientes, y casi siempre justificado por la insatisfacción personal, por ese orgullo de los cubanos que los hacía odiar a los norteamericanos, pero siempre pensando que a unas millas más allá de La Habana, cruzando el mar, estaba el paraíso anhelado, con su música, su literatura, su arte, sus edificios, sus Highways deslumbrantes y sí, sus dólares. Todos los personajes saben que lo único que les queda es el exilio. Ante el derrumbe, la huida; ante la destrucción personal, el abandono. El círculo de amigos se rompe ante la primera muerte y las primeras fugas. Pero aquí no habrá reencuentros. Como dice uno de los personajes: “¿Quién cojones le podía criticar que, ante la inminencia del derrumbe, se hubiera largado sin mirar atrás y viviera como ahora vivía y hasta pretendiera ser catalán y nunca más un cubano, incluso el cubano que él había sido y que gracias a esa condición de cubano pudo hacerse médico en ese país desproporcionado llamado Cuba?”. Ahí están, pues, las segundas oportunidades.

Andrés López Sánchez.