LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Leonardo Padura. Como polvo en el viento, Tusquets
Editores, Barcelona, 2020, 699 pp.
Leonardo Padura
es reconocido por la crítica y los lectores como unos de los escritores cubanos
más importantes de inicios de este siglo. Autor de novelas policiales (creador
del mítico detective Mario Conde), ensayos y obra miscelánea, Padura transita por
varios géneros literarios con igual suerte. El
hombre que amaba a los perros (Tusquets, 2009) y Herejes (2013), entre otras obras, le han valido el respeto de los
lectores y la crítica más exigente. En este 2020, tan vilipendiado por la
Pandemia, publica Como polvo en el viento,
quizá la novela más importante del exilio cubano, y una de las mejores novelas
de este año.
Hay que reconocerle a Padura el
esfuerzo por escribir un libro honesto que habla sobre una realidad latente
todavía en Cuba. Y es que hablar del exilio cubano, aún con la apertura que se
ha dado después de la muerte de Fidel Castro y el reinicio de las relaciones
comerciales y diplomáticas con Estados Unidos, a partir de 2014, es un tema
tabú tanto dentro como fuera de la isla. Los personajes de la novela son
escindidos: viven constantemente con un pie fuera de la isla, convencidos de
que la única oportunidad para vivir y ser felices está en otro país, en otro
continente. Un grupo de amigos, llamado El Clan, vive en La Habana durante los
años más fuertes de la crisis económica y humanitaria que azota la isla,
afínales del 80 y principios de los 90. Ante la inminente caída del modelo
comunista, abanderado por la Unión Soviética, la Cuba de Fidel Castro se
enfrenta a la debacle: desempleo, hambruna, enfermedades, malestar social
generalizado. Ni el discurso rimbombante y demagógico de Castro, que habla de
un “periodo especial en tiempos de paz”, logra calmar los ánimos de los
cubanos, que, hacia finales de la década, cuando Cuba abre sus fronteras, se
lanzan a la diáspora con la voracidad del ciego que sigue un halo de luz.
En este
contexto se desarrolla la novela de Padura. Con ecos que remiten al Guillermo
Cabrera Infante de La Habana para un
infante difunto y el Inventario
secreto de La Habana de Abilio Estévez, Padura escribe una novela coral,
donde cada uno de los personajes se desarrolla íntimamente con una voz
personal, polimórfica, que lo mismo se narra desde Miami, Madrid, Barcelona,
Buenos Aires o San Juan, que en las sucias calles de Fontanar, en Centro
Habana. El exilio en sus diversas
vertientes, y casi siempre justificado por la insatisfacción personal, por ese
orgullo de los cubanos que los hacía odiar a los norteamericanos, pero siempre
pensando que a unas millas más allá de La Habana, cruzando el mar, estaba el
paraíso anhelado, con su música, su literatura, su arte, sus edificios, sus Highways deslumbrantes y sí, sus
dólares. Todos los personajes saben que lo único que les queda es el exilio.
Ante el derrumbe, la huida; ante la destrucción personal, el abandono. El
círculo de amigos se rompe ante la primera muerte y las primeras fugas. Pero
aquí no habrá reencuentros. Como dice uno de los personajes: “¿Quién cojones le
podía criticar que, ante la inminencia del derrumbe, se hubiera largado sin
mirar atrás y viviera como ahora vivía y hasta pretendiera ser catalán y nunca
más un cubano, incluso el cubano que él había sido y que gracias a esa
condición de cubano pudo hacerse médico en ese país desproporcionado llamado Cuba?”.
Ahí están, pues, las segundas oportunidades.
Andrés López
Sánchez.