No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



jueves, 30 de mayo de 2013




Ante tanta insistencia, lo mismo. ¿Por qué el narco? ¿Por qué el corrido? Porque sí. Porque es lo de hoy. Está en todas partes. Forma parte de una cultura de la transgresión, o de la sumisión, si se quiere. ¿La política en medio de todo? Pues sí, cómo evitarlo, si la política en una sopa que se come fría.  Quienes piensan que esto es subliteratura están equivocados. Lean Trabajos del reino de Yuri Herrera. Tómense una cerveza en Badiraguato, convivían con sicarios que tienen como padre putativo a Mario Almada, escriban su nombre con rayas de coca y aspiren hasta que una tersa lágrima acuda al llamado de la adicción, escuchen corridos dedicados al Chapo o al Mayo Zambada,  manejen una  trocka del año, disparen una AK-47, torturen, decapiten, violen, roben, secuestren, intriguen, métanle un balazo a alguien porque les dio la gana hacerlo, no estudien: para qué, si se gana más dinero vendiendo grapas de coca o chiva a menores de edad o a gringos que dejan su feudo capitalista para tomar un poco de sol mexicano.  Y, como dijo alguna vez Manuel Acuña, en medio de todo esto la madre como un dios. La madre del narco, su innegable fetichismo freudiano, su etapa fálica.  Su afición a los santos, a Malverde sobre todo, pero en medio de esta mierda aparecen san Martín de Porres y san Pascualito Rey y el Santo Niño de Atocha y la Virgen de Guadalupe, y viva Cristo Resucitado y vivan los curas que trafican kilos de droga debajo de sus raídas sotanas, en medio de la verga y el calzón.  Es creación en estado puro. 

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