No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



viernes, 6 de noviembre de 2020

                                                                                                         



OBRA INCONCLUSA

Las versiones cinematográficas de obras maestras de la literatura, no siempre terminan en buenos intentos.  Desde las versiones de la Divina comedia, los dramas de Shakespeare, las adaptaciones de Los miserables, hasta los sonados fracasos de las versiones de Lolita de Nobokov (con todo y Kubrick: el gran maestro del cine posmoderno), el cine y la literatura buscan un espacio donde nutrirse con irregular progreso.  Difícil transpolar en pocos minutos las emociones efímeras y las veleidades psicológicas. Y no es la excepción con la versión que Ewan MacGregor hace de Pastoral americana*, una de las obras maestras de Philip Roth y de la reciente narrativa norteamericana. Una novela tan intensa, con la habilidad de Roth para provocar en el lector la duda constante, antipatías, simpatías y un progresivo orden estético, cae en la trivialidad de una película que no cumple con las expectativas que todo lector esperaría de una obra de tal envergadura. El primer error de MacGregor (por lo demás,  excelente actor) es querer explorar el universo rothiano desde la óptica de la incorrección política. Si Pastoral americana no fuera una gran novela política, este intento por persuadir al espectador estaría justificado; el problema es que la novela explora una visión política en donde el American Way of Life se ve sacudido permanentemente por la perspectiva intimista de los personajes principales. El “Sueco” Levov representa, como alegoría superpuesta, la generación que nació después de la Gran Depresión del 29 y que vio en el New Deal de Roosevelt precisamente eso: recibir un nuevo trato por parte del mundo como una superpotencia emergente tras la Segunda Guerra mundial. Por el contrario, Merry Levov, la hija, representa la generación de los Baby Boommers, que crecieron pensando que el sueño americano nunca podría acabarse. Hasta que llegaron los años sesenta y dieron al traste con todo.

         Estéticamente inconsistente, con actuaciones que no terminan de convencer (quizá Dakota Fanning es lo mejor de la película, pero nadie le cree sus tropiezos lingüísticos impostados), la obra filmada por MacGregor se une a la larga lista de películas que no pudieron encontrar el ritmo narrativo adecuado y se quedaron con transpolar la anécdota. No es un trabajo fácil: la novela de Roth contiene por sí misma una fuerza narrativa que no permite al lector distracciones. Además, las disquisiciones políticas y literarias que el narrador (Nathan Zuckermann, alter ego o alter obra del mismo Roth) se cuentan como lo mejor de la obra: el narrador habla aquí y allá, se permite incursiones, para dejar poco a poco que los personajes hablen por sí solos. En este punto falla McGregor. Repito: no es tarea fácil. ¿Cómo trasladar al plano visual el discurso narrativo sin alterar sus significantes y significados? No tengo la respuesta. Hasta maestros de la imagen narrativa como Bergman, han fallado.

*Pastoral americana es una obra publicada en 1997, que mereció, entre otros reconocimientos, el premio Pulitzer, y es consideraba como una de las obras más importantes de toda la trayectoria de Roth. En ella, el escritor norteamericano incursiona en la novela política e histórica, contando, a través de una saga familia, los principales acontecimientos que marcaron los años cuarenta, cincuenta y sesenta: la Segunda Guerra Mundial, el macartismo,  muerte de Kennedy, la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles y raciales y la transformación de toda una sociedad.

 

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