No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



domingo, 25 de noviembre de 2012

Como medio de expresión, el blog  una buena herramienta que puede ser utilizada en el salón de clases. Los formas de uso puede ser varias, y bien aplicado, puede ser muy útil para compartir información. La propuesta del curso HDT es compartir esta experiencia. En mi caso, ha servido como modo de expresión personal, y varios compañeros han accedido a mi blog y han comentado las sugerencias de lectura que propongo. Los invito a que creen su blog y escriban sus sugerencias para mejorar. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LOS DÍAS DEL TERREMOTO DE 1985

EL PRELUDIO 
Era la mañana del 19 de septiembre de 1985. A las siete de la mañana, sonó la alarma del Sismógrafo colocado en las faldas del Popocatépetl, auspiciado por el Instituto de Geofísica de la UNAM. Una recorrido inusual del medidor de frecuencia del sismógrafo provocó que los encargados de recibir los datos, a ciento cincuenta kilómetros, se mantuvieran al tanto los próximos minutos, pero sin saber que este movimiento inusual provenía de las placas tectónicas Norteamericana y Cocos, y no, como pensaron, de los latidos intestinos de don Goyo. Eran usuales estas exultaciones del Popo (un volcán que se cuenta entre los más activos del mundo), y los geólogos nunca previeron la magnitud del desastre que estaba por venir. De cualquier forma –se escudaron días después los geólogos- veinte minutos no hubieran bastado para poner alerta a todo ese monstruo de concreto que crecía y se desparramaba más allá de los confines de sí mismo, con una población que a esa hora se preparaba para la “chinga diaria”. 
En 1985 la Ciudad de México era la tercera ciudad más populosa del mundo, luego de Nueva York y Tokyo. Había sufrido, a lo largo de su historia moderna, una serie de transformaciones que habían cambiado su fisonomía urbana, convirtiéndola en una urbe progresista que albergaba un concentrado poblacional que se desparramaba y llenaba cinturones de pobreza por donde se mirase. A finales de los cincuenta, bajo el mandato de López Mateos, se inició el entubado de los principales ríos que atravesaban la ciudad: el de los Remedios, el Churubusco y el Canal de san Juan, así como la reconstrucción de ciertas zonas de Xochimilco y Cuemanco. Estas obras dieron pie a la transformación urbana y la repoblación, que llegaría a su clímax en los años sesenta con la apertura de las primeras líneas del Metro (la primera inaugurada en 1968, y la última planeada para 2012), y una década después con la construcción de los ejes viales y el anillo periférico, que circundan la ciudad dando acceso a recorridos más rápidos. La “región más trasparente”, como llamó Carlos Fuentes al Valle de México en los años cincuentas, se había convertido en un monstruo multicéfalo impregnado de smog (los índices Imeca se disparaban día con día), barrios marginales que contrastaban con la opulencia de zonas exclusivas, espectáculos cotidianos que volvían trágico lo cómico, hacinamiento de gente en multifamiliares construidos al madrazo, centros comerciales que daban a la gente común la posibilidad de distraerse con sus aparadores de marcas internacionales, y una cantidad inusitada de personas que venían de todos lados y llegaban al DF con las esperanza de encontrar una forma decente de ganarse la vida. 
CUANDO DIOS DEJÓ ESTAS TIERRAS: LAS VOCES TERREMOTO. 
(Cada voz, cada lamento, no ha sido recuperado. Los testimonios se cuentan por miles, así como también son miles las voces que quedaron en silencio para siempre con el terremoto del 85. Sean para ellos, pues, estás historias, y principalmente para mi tío Julián, quien murió en el terremoto y nunca encontraron su cuerpo). 
Helena Terán trabajaba en una fábrica de dulces en la colonia Industrial Vallejo. Todos los días, se levantaba a las cinco de la mañana a hervir agua para nescafé, preparar el desayuno frugal que dejaba a sus hijos, bañarse, alistarse y tomar el Metro en la estación Pantitlán. Helena bajaba rigurosamente de lunes a sábado (el domingo descansaba aunque había días que lo tomaba para que rindiera para el gasto) en la estación Tlatelolco y de ahí tomaba el pesero que la dejaba a un costado de Calzada Vallejo. Esa mañana, mientras el pesero avanzaba por la calle Rinconada y escuchaban las noticias de Radio Imagen, Helena vio cómo todo se movía: los edificios parecían juguetes de papel sin control, los automóviles se meneaban de un lado a otro y comenzaron a sonar los cláxones; el chofer de la pesera paró el coche justo antes de que un poste de luz cayera sobre la unidad. Siete personas murieron, incluida Helena Terán. El chofer pudo dar fe de los hechos. 
Quizá nunca se sepan cuáles fueron las últimas palabras del rockero y trovador Rockdrigo González. Para ello, debemos ficcionarlo, darle sentido desde la recreación de sus últimas horas de vida. Lo que sí sabemos es que dos noches antes había cancelado una presentación en Querétaro por un fuerte resfriado y se había quedado todo el día en cama. Por la noche, su ex pareja le había ido a visitar. No platicaron mucho. Rockdrigo le preguntó por su hija Amanda Lalena (que años más tarde se convertiría en la cantante Amandititita) y su ex le contestó que la había mandado unos días a casa de sus padres en Tampico. Su ex la preparó un té de manzanilla, y le dejó preparado un sándwich. Rockdrigo quiso que su ex le fuera a comprar cigarros a la tienda pero ésta lo reprendió y Rockdrigo, resignado, se conformó con el té y una novela de misterio que estaba leyendo. Quedaron que ella le llamaría al otro día para ver cómo seguía. A la siete y veinte de la mañana su ex se despertó en medio del caos. Marcó el número de Rockdrigo pero del otro lado de la línea nadie contestó. 
José Romero Díaz era el primero en llegar a la Escuela Primaria “Constitución de 1917”, ubicada en la calle Playa Caleta de la colonia Militar Marte, en la delegación Iztacalco. Tenía el encargo del Director de abrir la escuela todos los días y revisar que todo estuviera en orden. Luego, informaba al Director. La mañana del 18 de septiembre de 1985, un día antes del terremoto, José Romero salió como de costumbre a abrir la escuela en su bicicleta Mercurio. Antes de llegar a su trabajo, paró a tomar un tamal y un champurrado con doña Chofi, en la esquina de Eje 5 sur y Calzada de la Viga. Una vez terminado su desayuno, Romero siguió avanzando por todo el eje 5 hasta llegar al eje 3 oriente de Plutarco Elías Calles, en donde, a las siete y media de la mañana, un automóvil de carga perdió el control y lo arrojó contra un árbol que no tardó en caerse. Por increíble que parezca, Romero no murió ese día: quizá no era su hora. Romero murió al desplomarse el Hospital General, donde fue trasladado luego del accidente, durante el terremoto del 19 de septiembre. Murieron junto con él 80 personas que se encontraban internados en diferentes salas. Sus familiares nunca recuperaron su cuerpo. 

CRÓNICA DEL TERREMOTO. 
A las 7:20 de la mañana del martes 19 de septiembre de 1985, un terremoto de 8.1 grados en escala Richter devastó la Ciudad de México luego de un tiempo estimado de minuto y medio. “La realidad cotidiana”, como señaló Carlos Monsiváis, “se desmenuza en oscilaciones, ruidos categóricos o minúsculos, estallidos de cristales, desplomes de objetos o de revestimientos, gritos, llantos, el intenso crujido que anuncia la siguiente impredecible metamorfosis de la habitación, del edificio, del departamento…” El caos impera en toda la ciudad. Durante los primeros minutos los habitantes, incrédulos, degluten el misterio de lo irreconocible con una paciencia pasmosa. El sólo pensar en el interminable movimiento de los objetos dentro o fuera de su casa, fuera de sí en un baile incesante, los pone histéricos. Muchos se arrastran y logran salir de los escombros de lo que fue su casa. Miran su entorno como un loco mira el horizonte: sin esperanza, atados a ver sin querer ver, descubriendo en otros la terrible realidad: hijos muertos, familiares desaparecidos, madres que prefirieron proteger a sus hijos el último momento, rescate de las pocas pertenencias que logran rescatar debajo de la basura y los escombros. 
Los primeros noticieros no dan crédito a lo que las cámaras o los micrófonos narran. En Televisa, el programa de Guillermo Ochoa es el primero en trasmitir en vivo imágenes del terremoto. Algunos reporteros logran captar imágenes que perdurarán: los restos de los que fue el gran Hotel Regis, el Centro Médico en ruinas, lo que queda de los edificios Nuevo León y Zacatecas en la Unidad Nonoalco-Tlatelolco, el Multifamiliar Juárez, el edificio de la SCOP con murales de O’Gorman, el Hospital General, la Secretaría de Comercio, algunas entradas del Metro por donde, media hora después del Terremoto, corren inalcanzables centenares de personas que van a sus casas por miedo a haber perdido a algún familiar. De las 7:20 a las 8:00 de la mañana la ciudad se paraliza. No hay Gobierno, no hay autoridad, no hay líderes que pongan las cosas en orden en medio de la tragedia. Pero el mexicano es estoico y sabe reponerse pronto al dolor. Ante la inoperancia de las autoridades (el mismo De la Madrid lanza un discurso a media mañana en donde declara la inoperancia del gobierno capitalino para enfrentar tal situación, pero promete no bajar la guardia y acepta toda la ayuda internacional que se pueda), la sociedad se organiza: nunca como en esos días los mexicanos fueron uno sólo, nunca se vio tal compromiso por ayudar, nunca el gobierno, cuando menos durante breves horas, fue del pueblo. 
A la inoperancia del gobierno sobrevino el escamoteo de información. Los primeros boletines ordenados por el gobierno a través de sus departamentos de comunicación social, hablaban de dos mil muertos. Era ridículo pensar esa cifra cuando todo mundo sabía que en el Centro Médico Nacional y el Hospital General, los nosocomios más grandes de la ciudad, el número de internos rebasaba esa cantidad. La cifra, aún ahora, no ha sido declarada. Se habla de veinte mil muertos y otros miles de desaparecidos. Nada más en las colonias Obrera, Guerrero, Tepito, Anzures, del Valle, Roma, Hipódromo, Nápoles y Condesa los muertos se sacan por cientos debajo de casas, edificios, vecindades, tiendas y fábricas. Los vecinos se turnan en cuadrillas que trabajan sin descanso para rescatar a sobrevivientes. Algunos perecen al caerse los endebles sustentos que retienen los débiles muros. Las brigadas, y no el Ejército, fueron los principales héroes de esa tragedia. Son incontables las historias que se presentan ese día y los días subsecuentes de héroes anónimos que lograron sacar a numerosos heridos de los escombros. Madres claman por el cuerpo de sus hijos –los saben muertos, porque ¿cómo sobrevivir a la caída de toneladas de concreto de edificios que dejaron de serlo en el momento de caer para convertirse en fierros retorcidos, escombros inservibles, polvo inevitable?-, padres y esposos desesperados buscan a sus hijos o esposas en un frenesí que los ciega, y, en medio de la tragedia, el alivio, la esperanza: los niños rescatados del Centro Médico luego de días en la oscuridad; los topos con sus cientos de rescates oportunos; la historias de gente que tuvieron que sobrevivir bajo los escombros bebiendo sus orines y pensando en comer sus excrementos cuando no hubiera otra salida, la ayuda que se convierte en el centro de toda la ciudad (todos piensan en ceder, desprenderse, darse a los otros), la regularización de los servicios básicos cortados tras el temblor: la luz para ver el noticiero y no perderse los detalles de la catástrofe, el agua para lavar los cuerpos de los que han pasado horas expuestos al polvo y al olor fétido que amenaza por convertirlo todo en un foco de infección, el teléfono para hablar con sus familiares o para tener noticias de alguien desaparecido, el gas para cocinar el alimento que luego repartirán entre las brigadas, los supermercados que reabren sus puertas y se ofrecen como centros de acopio para los damnificados, las iglesias que sirven como paño de lágrimas de miles, los cementerios que se encuentran atestados de cadáveres etiquetados como “desconocidos”, las fosas comunes a donde van a parar cientos, miles, de cuerpos que hoy día esperan ser reconocidos, el valor de una sociedad que, ante el pasmo y el desdén, supo abrirse camino por sí sola y reponerse a la tragedia. 


EPÍLOGO 
CUANDO DIOS DEJÓ ESTAS TIERRAS (Y EL GOBIERNO SE ENCARGÓ DE TRAERLO DE VUELTA). 
Eugenia Ramblés no podía creer que el edificio Metropolitano, ubicado la calle Presidente Mazarik en la colonia Polanco, se hubiera desplomado. El mismo presidente López Portillo lo había inaugurado en 1982. Ramblés pagó casi quinientos mil dólares al consorcio inmobiliario Risthanis que le vendió un departamento en este lujoso edificio de veinte pisos y tecnología de punta. La zona exclusiva lo valía. Incluso el mismísimo Carlos Slim había adquirido en Pent-house en el Metropolitano, lo que aumentaba la plusvalía de la adquisición. Ramblés se encontraba en Miami cuando su abogado le habló que en México había ocurrido una catástrofe y el Metropolitano se había desplomado. El abogado le aconsejó no viajar a México y esperar a que las cosas se calmaran, pero Ramblés tomó el primer vuelo a México y, vía Los Ángeles, Tijuana y Guadalajara, llegó al DF el 20 de septiembre. Lo primero que vio, justo antes de aterrizar, era una ciudad sumida en el caos. Su chofer tardó dos horas en llegar a Las Lomas –donde tenía su residencia habitual- y más de una hora en llegar a Polanco. Lo que quedaba del edificio Metropolitano le causó risa. Del teléfono de su Jaguar llamó a su abogado para saber la “situación” de su inmueble. “No te preocupes”, escuchó Ramblés detrás de auricular, “esta mañana hablé con el arquitecto Risthanis y me aseguró que la zona de Polanco va a ser la primera que reconstruyan de toda la ciudad. Hay no sé qué acuerdo con el regente capitalino para que las zonas exclusivas sean protegidas, y te aseguro que antes de seis meses levantan de sus ruinas al Metropolitano”. Mientras avanzaba por Mazarik, Ramblés vio que las instalaciones de la Cruz Roja de Polanco estaban atestadas de gente que donaba víveres o lo que tuviera a la mano. Antes de llegar a su residencia en las Lomas, Ramblés ordenó a su chofer llevar una despensa a la Cruz Roja. Al bajar de su auto, se sintió feliz al saber que su patrimonio estaba asegurado. Al fin y al cabo ella era rica y de eso no tenía la culpa nadie. Ni siquiera el terremoto. 

martes, 11 de septiembre de 2012



 Que hubo tres Mario Aburto en Lomas Taurinas, eso ya es vox populi. En México también nos las gastamos para eso de la conspiración política. Colosio, la película de Carlos Bolado, evidencia algo que se viene gestando en el colectivo popular desde marzo de 1994:
a)      La injerencia de altos funcionarios del Gobierno en el asesinato de Colosio, principalmente del todopoderoso secretario de gobernación, José Córdova Montoya, pero también del presidente Salinas, su hermano Raúl,  José Francisco Ruiz Massieu y empresarios poderosos ¿Azcárraga?
b)      La participación de la agrupación psuedopolítica TUCAN (Todos Unidos contra Acción Nacional), que tomaron como afrenta personal que Colosio en 1989, siendo presidente nacional del PRI, entregara al PAN el gobierno de Baja California a un gobernador panista (Ernesto Ruffo Apel).
c)      Luego de décadas de trabajar con total impunidad, bajo el cobijo de gobiernos priístas de vieja guardia, el narco puedo tramar el asesinato de Colosio debido a que vería mermado sus intereses. En la cinta de Bolado, se habla del interés personal de los hermanos Arellano Félix por entrevistarse con Colosio, acto que el candidato rechazó.
d)     En el discurso del Monumento a la Revolución, en donde Colosio evidencia las corruptelas de los gobiernos priístas así como se deslinda de sus antecesores y promueve una unidad partidista, sería como su sentencia de muerte firmada.
e)      Todo cabe en la teoría de la conspiración, capítulo Colosio. Desde al famoso asesino solitario –descrita en 1999 magistralmente por el novelista Élmer Mendoza en su novela homónima- , hasta entrenado en Estados Unidos que se dedica a borrar las pistas de la posible conspiración.
f)       En más de un sentido, Colosio le debe mucho a JFK de Oliver Stone, quizá la mejor película de conspiración política. También hay rasgos del cine noir francés o del italiano de la mano de Vitorio de Sicca. Es imposible para  un director del talento probado de Carlos Bolado, sacudirse  esa influencia. La estructuración de las escenas me recuerda muchísimo a trhiller político de Stone.
g)      Me hubiera gustado que en la película se hablara abiertamente de nombres y fechas, y no cubrirlos por su función política. Nunca se menciona a Salinas por su nombre, ni a Córdova Montoya, ni a Ruiz Massieu. Para un público más joven va a ser difícil situar la película en algún contexto contemporáneo, más por el desagrado colectivo hacia temas políticos.
h)      Colosio es un buen intento de desacralizar un tema vedado para los gobiernos que siguieron después de la muerte de Luis Donaldo; toda la jodida manipulación de información, la desaparición de pistas, el uso indebido de recursos públicos para proteger a los culpables, el encubrimiento,  la inoperancia de las autoridades a cargo de la fiscalía que investigó el asesinato, parecen pruebas irrefutables que todo se gestó desde las altas esferas del gobierno. Y lo más horrible de esto es la mentira, el engaño ruin, y la creencia de que el mexicano es tan estúpido para tragarse cualquier drama telenovelero que inventa el gobierno.



viernes, 7 de septiembre de 2012


 
 
Michael Chabon cuenta que empezó a escribir esta novela cuando llevaba más de cuatro años y mil quinentas páginas de lo que tenía que convertirse en su segunda novela pero que no iba a ninguna parte. Tras el éxito de Los misterios de Pittsburgh, la presión de tener que presentar al mundo una novela que colmara las expectativas de sus editores y su público le impedían reconocer que su nueva obra era un fracaso. Hasta que un día tuvo una visión argumental repentina: un chico joven y atormentado está una noche en el jardín trasero de una casa con una diminuta pistola plateada contra su sien, mientras que en el porche de la casa vecina un hombre de aspecto desastroso, fumado y con muchas más razones que el joven para quitarse la vida, lo mira e intenta decidir si lo que está viendo es real o no. Chabon decidió sabiamente continuar con esta historia y dejar de lado esos cuatro años de escritura frustrada: el resultado fue Chicos prodigiosos, protagonizado por Grady Tripp, un profesor de escritura creativa que lleva siete años estancado en su novela Wonder Boys y que se describe a sí mismo de la siguente manera:

 

aunque escribiera diez mil páginas más de prosa reluciente, yo seguiría sin ser nada más que un minotauro ciego dando tumbos por un terreno quebrado, un ex chico prodigioso fracasado y obeso con una adicción a la marihuana y un perro muerto en el maletero del coche.

 

El dolor y la frustración de todos esos años de trabajo inútil están presentes en la novela, pero hay mucho más en ella que la simple historia de un autor fracasado. Los héroes de Chabon tienen en común la dignidad de su fracaso, que viene a ser casi como una característica personal de los caballeros en cuestión (sus mujeres suelen tener bastante más agallas). Esta novela es una ilustración de lo relativo que es el triunfo literario, las universidades están llenas de chicos prodigiosos esperando conquistar el mundo con sus escritos pero que con suerte llegarán a profesores de segunda fila, críticos frustrados o editores de nuevos aspirantes a esa gloria tan efímera como inalcanzable.

 

Este libro empieza mucho mejor de lo que termina, el autor quiere introducir tantos elementos en su historia que acaba perdiendo el timón de la misma y desembocando en un puro caos de situaciones cada vez más absurdas. A pesar de esta falta de cohesión argumental, la lectura resulta muy amena e incluso divertida por momentos. Esto es el mérito de la maestría lingüística y narrativa de Chabon, cuyos comentarios y observaciones que pone en boca de sus personajes son tan agudos como demoledores. Y cómo no, de la inmensa ternura que el autor siente hacia sus criaturas, a las que pondrá al borde del abismo pero nunca llegará a darles ese empujón final que las lance al vacío, siempre habrá una última esperanza que las salve aunque sea provisionalmente de la fatalidad.

sábado, 2 de junio de 2012

REDENTORES


Redentores. Ideas y Poder en América Latina es una cartografía esencial del pensamiento latinoamericano. A través de un recorrido biográfico de figuras fundamentales del pensamiento, la cultura y la política latinoamericana, Enrique Krauze desglosa puntualmente el tránsito –muchas veces en común- de las ideas políticas de pernearon el siglo XX y despuntan, aún, durante nuestro siglo. Este tour de force por donde desfilan Martí y Mariátegui, Vasconcelos y Paz, García Márquez y Vargas Llosa,  el Che Guevara, el Subcomandante Marcos y Hugo Chávez, es a la vez un agudo análisis del poder que ha ejercido (y sigue ejerciendo) el populismo político en Latinoamérica, encarnado en figuras mesiánicas que buscan convertirse en redentores de sus países, liberarlos del yugo imperialista (muchas veces bajo el auspicio de posturas fascistas y comunistas) y dotarlos de identidad. Recorre, también, el tufillo pernicioso del marxismo y el socialismo ruso (adoptados y llevados a la praxis en nuestro continente desde las aulas universitarias y las diversas guerrillas que se desataron durante los setenta y ochenta, hasta verdaderas reformas de Estado, siempre bajo la mirada acusadora y la mano seductora de Fidel Castro), la Revolución Mexicana, la Revolución cubana, el peronismo, la fascinación por el poder de ciertos escritores, las cuitas existenciales e ideológicas de otros tantos, la toma de poder de la izquierda, el EZLN y el golpe de estado que puso en jaque al pueblo venezolano a fines del siglo XX.   Es, en fin, un libro donde la política, la historia, la literatura, las posturas ideológicas y las vidas paralelas de estos personajes se condensan para forman un corpus intelectio en donde las ideas y el poder cohabitan, muchas veces con divorcios insospechados, y que nos permite –quizá esa sea la intención de Krauze- hacer una lectura más objetiva de la izquierda como opción política en vísperas de una elección presidencial en nuestro país. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

SOBRE EL 5 DE MAYO

  LA BATALLA DEL 5 DE MAYO DE 1862. CARÁCTER DEL MEXICANO E IMAGINARIO COLECTIVO.
Por Andrés López Sánchez.
ENSFEP.
Historia. 4º.

Para Aldo Mateo, mi pequeño liberal.   
I
Carecería de fundamento suponer en México, ya no la existencia, sino aun la mera posibilidad de una cultura de primera mano, es decir, original, porque sería biológicamente imposible hacer tabla rasa de la construcción mental que nos ha legado la historia. No nos tocó venir al mundo aislados de la civilización que, sin ser obra nuestra, se nos impuso, no por azar, sino por tener con ella una filiación espiritual. En consecuencia, es forzoso admitir que la única cultura posible entre nosotros tiene que ser derivada.
Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México (1934). 

Más allá de lo que la historiografía pueda decirnos, el culto a las gestas heoicas y a figuras idealizadas es práctica recurrente en el ámbito del estudio de la historia  mexicana. Este gusto por la “biografía express” y los altares inconclusos de nuestra historia, son tarea preponderante a la hora de crear un corpus integratio que defina el tránsito del México independiente al México contemporáneo. En doscientos años de vida independiente, nada ha motivado más el discurso político que la recurrente polarización de batallas, héroes, adalides, efigies rimbombantes que significan una aceptación de nuestra nacionalidad y reafirman el carácter panegírico del mexicano. Redentores mesiánicos, redenciones vivas, mártires populistas, víctimas de la incomprensión: son el resultado de un desonocimiento perenne de nuestra historia. Y no sólo eso: han motivado discusiones acaloradas sobre la validez de un hecho (piénsese, por ejemplo, en la vida disipada de Hidalgo,  el concubinato del cura Morelos,  la “valentía” de los  Niños héroes de Chapultepec, la rectitud de Juárez,  la beatitud de Madero, el oprtunismo bandoleril de Villa, etc.). Sin embargo, un hecho incuestionable, una gesta gallarda e inconmensurable, ha recorrido ya 150 años de vida histórica sin que los problemas de uno u otro bando político o social, lo hayan perturbado.  La Batalla del  5 de mayo de 1862 es un  dudoso “laurel” que Zaragoza entregó a la Nación, como reza el Himno al estado de Puebla. Y lo es porque en un país carente de laureles de ese tipo, la  inesperada victoria en una batalla al poderoso ejército francés, invicto desde la guerra de Crimea, veinte años antes,  resulta poco creíble en términos de conclusión del conflicto armado entre México y Francia si tomamos en cuenta la carestía de armamento, la poca preparación de la milicia mexicana (y, dicho sea de paso, del mismo General del Ejército de Oriente, Ignacio Zaragoza, quien, recordemos, había subido al mando luego de la dimisión del Gral. López Uruaga, sólo cuatro meses antes de la batalla) y la superioridad táctica de los oficiales franceses. ¿Por qué entonces, contra esas adversidades fundamentales en cualquier batalla, Zaragoza y su gente derrotaron a los tres batallones  franceses que rodearon los fuertes del Loreto y Guadalupe el mediodía del lunes 5 de mayo de 1862? Una reflexión rápida nos daría una respuesta rápida: los mexicanos superaban en número a los franceses. ¿Bastaba con eso? ¿No acaso sería un golpe de suerte que soldados mal armados puedieron sortear las descargas de artillería que disparaban los franceses desde puntos estratégicos?
La historia señala que las descargas de artillería no fueron eficaces ante la elevación del terreno. En cuestión de dos horas, los franceses había terminado la mitad de la reserva de artillería sin haber causado bajas importantes el ejército mexicano,  por lo que el Gral. Lorencez ordena la avanzada de las tropas de infantería –formada principalmente por zuavos, que eran menospreciados por los oficiales franceses pero utilizaban como carne de canón y eran, a la hora de la batalla, feroces combatientes- con resultados desastrozos: los generales Negrete, Berriozábal y Álvarez, cada uno a cargo de una fuerte caballería, repliegan a los franceses en cuestión de minutos.  Veamos qué dice la historia oficial:

El asalto francés no resultó simultáneo sino sucesivo, debido a las condiciones del terreno. La primera columa, que debía asaltar el fuerte por el lado Norte, avanzó con relativa facilidad pero encontró fuerte resistencia al chocar contra los batallones de la Brigada de Berriozábal y  Cuerpo de Cazadores de Morelia, de la División Negrete. El comandante Morand se vio obligado a ordellar el repliegue, no sólo por el fuego de la infanteria y la artillería mexicanas sino por el fuego que provenía del fuerte de Loreto y que tomaba de franco a sus tropas (Garfias Magaña: 20).

Y luego:

Eran aproximadamente las 15:30 hrs, cuando en la llanura Noreste de Puebla el Gral. Porfirio Diaz, con los cuerpos de su brigada: los Escuadrones Trujano, Lanceros de Oaxaca y Toluca y dos piezas de artilleria, contuvo y rechazó a otra columna enemiga que se adelantó siguiendo el camino de Veracruz. Los persiguió durante un corto trayecto, ya que su columna recibió órdenes de Zaragoza de detenerse, pues juzgó peligroso seguir atacando a los franceses, según su opinión: "Derrotados como estaban, tenían más fuerza numérica que la mía". Esta acción del Gral. Díaz obligó al ejército intervencionista a replegarse a la Hacienda de Remetería y al Rancho de San José para hacerse fuerte. La retirada del Cuerpo Expedicionario francés continuó al oscurecer y se llevó a cabo en buen orden, replegándose escalonadamente las unidades de los coroneles L'Heriller y Gambier hasta la Hacienda de los Álamos, donde llegaron los heridos (Garfias Magana: 21).

                En el imaginario colectivo mexicano, la batalla del 5 de mayo no acepta contradiccciones: el grito de victoria es unívoco. No importan datos irrelevantes ni nombres olvidables. Todo pasa en un día y es en ese lunes 5 de mayo de 1862 cuando la historia de México se detiene, da un vuelco, gravita sobre sí misma y se rehace para avanzar sobre la República restaurada, el Porfiriato, la Revolución, la consolidación del Estado mexicano y el México contemporáneo. Pobres de hazañas, el mexicano debe conformarse con una victoria que no fue relevante en términos de guerra, aunque sí en sensiblería, patrioterismo y aceptación de nacionalismo. Pocos recuerdan que después de la humillante derrota en Puebla, Napoleón III decidió reforzar su actitud invasora y, al mando del prestigioso general Forey, envió treinta mil efectivos que en 62 días habían sometido al ejército mexicano al mando del ilustre general González Ortega.  Puebla no tuvo 62 días. El 17 de mayo caería víctima de los embates de renovadas brigadas francesas (González y González: 113).  12 días duró el estupor y algarabía, la conciencia de por fin haber encontrado un sentido nacional, y sobre todo, la demostración que ante militares petulantes y nobles sanguíneos, el mexicano no era ni mejor ni peor.
            El motivo –el pretexto- de este ensayo es mostrar que el carácter del mexicano, el imaginario colectivo, la trama novelesca nacionalista y patriotera de los gobiernos en turno y las políticas educativas se funden para crear un supuesto donde no importa la validez del hecho, sino su creencia casi irrefutable hasta convertirse en verdad. Si bien la batalla del 5 de mayo es un episodio de la historia nacional que se ha mantenido estático durante 150 años y no ha aceptado una evolución propia de cualquier hecho histórico, la sociedad mexicana sí ha evolucionado, y es aquí donde entra el tema de análisis, porque el concepto de historia nacional muta según el discurso gubernamental en turno y con él el sentido de unificación nacional. Hay que resaltar también que, como señala Luis González y González, los actuantes y responsables de los cambios históricos-sociales son monorías rectoras, personajes notables y figuras señeras, no “masas sin rostro ni adalides archidibujados” (González: 127). La masa sirve, en este sentido, como un nutrido campo experimental de sentimientos encontrados, charlatanería, devoción cuasi religiosa y, en muchos casos, vil engaño.   
Es este, pues, en una primera parte, un recorrido por el carácter del ser histórico del mexicano, sus dobleces y suturas, sus manías y obsesiones, sus regresiones y digresiones. Intenta ser, en una segunda, una revaloración de nuestros hermanos indígenas, que, entre otras cosas, siempre han partcipado activamente en cada uno de los conflictos armados que nuestro País (recordemos la valiosa y acaso decisiva participación de los indígenas zacapoaxtlas al mando del general Miguel Negrete en la Batalla de Puebla), algunas veces engañados con promesas de cambio, otras llevados por el más fiel espíritu revolucionario (mención a parte serían los indígenas zapatistas, los de don Emiliano y los de don Marcos), pero los más porque no tienen de otra.  Una última parte hace una valoración de la Batalla del 5 de mayo a 150 años de realizada, el uso mediático que a últimas fechas se le ha dado a la misma, el despilfarro de recursos para la celebración y cómo puede reinventarse el 5 de mayo para crear una máscara  que proyecta unidad nacional.

II
Un país sin crítica es un país ciego.
Octavio Paz.

La relación del México contemporáneo con su pasado es ambivalente. Por un lado, quienes defienden el nacionalismo  abigarrado donde la heterogeneidad es la punta de lanza que nos da identidad, reconocen que ese nacionalismo es resultado de múltiples factores que confluyeron en cierto periodo histórico convulso y trascendente para la historia occidental. Es decir, la Conquista fue el resultado de un periodo especialmente álgido, y, si tomamos la premisa de Bloch, que dice que a todo periodo convulso le preceden grandes avances para la humanidad, entonces justificaríamos la acción española como necesaria. Por otro lado están los nacionalistas puros, aquellos que dicen que la historia de México comienza con el grito de Dolores y la acción del cura Hidalgo al lanzarse contra el yugo español. Los nacionalistas puros defienden la postura de intelectuales que dicen que el pasado indígena mexicano (y americano) es mera invención, como si este eufemismo filosófico (inventar, crear a partir de la ficción, o sea, de algo inexistente) validara y, de un plumazo, terminara con  más de dos mil años de tradición ancestral. En una última categoría están aquellos que piensan que el pasado mexicano es folklórico, que reconocen que hay una filiación racial entre mexicas, nahuas, toltecas, zapotecas, mayas, etc., con criollos y mestizos y los mexicanos actuales, y quizá piensen que merecen cierto respeto, pero nada más. No hay conexión ideológica ni intelectual entre unos y otros. Desafortunadamente, el grueso de la población se encuentra adscrito, consciente o inconscientemente, en esta categoría.
Es demostrable históricamente que los gobiernos en turno han cedido el interés a lo sucedáneo y maniqueo que a lo trascendental y genealógico. La Historia con mayúscula contra las pequeñas historias minúsculas que no sirven salvo como anecdotario de hechos más o menos verosímiles y, acaso, olvidables. Así, durante muchos años se dio prioridad (y se sigue dando) al especial interés del gobierno de dotar al mexicano de cierta cultura nacional, pensando que esto los convertirá en buenos ciudadanos, conocedores de su pueblo, proyectores de una identidad bien definida. Sin embargo, se han empeñado en enterrar en el olvido a aquellas culturas que fueron y son semillero de nuestra multiculturalidad, priorizando por gestas militares, altares inconclusos, efigies de dudosa calidad moral, acciones que más que dar crédito a nuestra Nación la enturbian más. La escuela, espacio idóneo para alcanzar la identidad mexicana, se ha convertido en la principal detractora en la pugna ideal para descargar todo el antinacionalismo existente en las esferas gubernamentales. Quienes están encargados de la políticas culturales educativas, han olvidado que para el grueso de la población, la escuela es el único espacio donde tendrá acceso a libros y ha cierto estudio parcializado de  nuestra pasado histórico. A esto, en vez de elevar el nivel de horas/clase a materias como Historia de México, se han reducido en un 50% de 1993 a la fecha, datos palpables si revisamos los  Planes de estudio de Educación Básica de 1993, 2006 y 2011. ¿En qué afecta el desconocimiento de nuestras raíces?
            La mayor afectación es en el deterioro de los valores verdaderamente mexicanos. México es producto de una simbiosis rara y compleja que ha cultivado en su interior un dejo de ironía y amargura. La visión que de lo “mexicano” tienen en el extranjero se reduce a tres aspectos: el tequila, el mariachi y el charro enamorado y huevón. Esto se refuerza con comentarios hirientes en torno a la poca disponibilidad del mexicano al trabajo, su haraganería, sus “indios” ladinos que enturbian el progreso. Los tres aspectos arriba mencionados, que paradójicamente son los referentes inevitables de México ante el Mundo, son expresiones que llevan en su flujo vital lo español e indígena, lo mestizo. El grato sabor del tequila que era tomado por sacerdotes indígenas en ceremonias; la mezcla de sonidos del mariachi, alma mexicana y española; el charro enamorado de porte español que viste traje de lino con sombrero de hilos de plata y mancuernas doradas, pero que en el fondo es indio que ha subido en la escala social.  

III
Un hombre –y esta es su mayor suerte- es un ser plural, múltiple, y sólo puede vivir por cierto tiempo como si no lo fuese.
Elías Canetti.

Languidecen entonces las posturas críticas a favor de la reconstrucción del tejido social de  mexicanos que sobreviven de las miserias que los gobiernos han dejado en la mesa y que millones de mexicanos se apresuran a tragar pero no masticar. Si la misma escuela previene a los estudiantes de la imposibilidad de ser incluyentes, ¿qué podemos esperar de miles de burócratas que medran de los recursos que millones de mexicanos pagamos? Sólo hasta 1994, cuando toda la parafernalia social provocada por el movimiento armado de Chiapas centró la atención en este problema inpostergable, los gobernantes levantaron la cara y reconocieron a los indígenas como ciudadanos. Antes de esto, no tenían derecho a voto, eran excluidos de cualquier decisión significativa (no eran de agenda prioritaria), o ni siquiera eran considerados como mexicanos. Esta exclusión vitalicia tiene tintes políticos, burgueses y tecnócratas, con calificativos, declaraciones y eufemismos varios: “el indígena no produce, no es apto para algún trabajo calificado, no serviría para trabajar en una fábrica y producir, producir que es lo que México necesita para salir del atraso; el indígena es sucio, torpe, iletrado, vulgar, paranoico, ladino, receloso, vengativo, sumiso,  huero; el indígena causa admiración en el extranjero porque forma parte de  culturas casi extintas, y si no están extintas es gracias a que el Gobierno ha actuado en consecuencia para proteger sus intereses; el indígena vive en un mundo aparte, no está en sintonía con el México actual, el México de los rascacielos y autopistas, de progreso por todos lados; en pocas palabras: el indígena no es mexicano”.
            En El laberinto de la soledad,  Octavio Paz hace el primer análisis a conciencia de la actitud del mexicano para con los mexicanos. Ya desde 1950, fecha de la publicación del libro, Paz veía al mexicano como un ser receloso, malicioso, que buscaba la primera oportunidad para buscar partido de los demás, así sea a costa del sufrimiento ajeno. Contrariamente, Paz describía al mexicano como solidario cuando la vox populi lo requería; ajeno a la inmundicia  donde vivía (arrabales, rancherías olvidadas en páramos inmensos, vecindades hacinadas, zonas geográficas que apenas habían tenido contacto humano), el mexicano se solidarizaba con su gente, era capaz de quitarse la camisa por alguien desconocido. Paz menciona, en repetidas ocasiones, la palabra estoico para referirse al mexicano; en este sentido,  el estoicismo puede tener dos significados: por un lado, el estoico es el insensible, el que no siente miedo; por otro, el estoico es aquel ser que logra reponerse a las adversidades por puro instinto, por ganas de vivir. Esta actitud estoica está plenamente relacionada con el culto a la muerte, el respeto irónico, si podemos llamarlo así. Al adorar a la muerte, el mexicano está asegurando su paso a la otra vida de manera afable, sin mayores trámites que el trato directo con la misma muerte. A esto, hay que agregar que la Conquista significó un duro golpe emocional al alma mexicana de la cual, pese a quien le pese, no nos hemos recuperado. El exterminio, la persecución, la imposición de una religión ajena incluso para aquellos que la traían como producto de importación, el sometimiento y la conversión son lastres que el mexicano (y el indígena principalmente) llevan a cuestas con estoicismo.
            Desde la publicación del libro de Paz y el México contemporáneo, median más de sesenta años. En estos años, México ha conocido cierta estabilidad monetaria, avance progresivo, el asentamiento de los principios revolucionarios que dieron sustento a la creación de instituciones que permanecen hoy día, conflictos estudiantiles que nos centraron a la par de países europeos, guerrillas, devaluaciones, transformación urbana, enriquecimiento de unos pocos, pobreza, marginación, desastres naturales, transición democrática, dogmas de fe que, aunque rebatidas, siguen formando la educación moral de nuestro pueblo. ¿Ha cambiado la actitud del mexicano, después del análisis de Paz?  
Según Alan Frinkelkraut, las sociedades ajustan su personalidad al momento histórico que viven. Así, es notable un cambio de actitud en países europeos después de la experiencia traumática de la Segunda Guerra Mundial, principalmente en Alemania e Italia. El conflicto en Vietnam, por ejemplo, sensibilizó al pueblo norteamericano, antaño impasible y pragmático, y lo puso a pensar en la actitud belicista de su país, postura que ha seguido al impulsar acciones de rechazo a las intervenciones en Irak y Afganistán. En México, las cosas son distintas. El mexicano prefiere callar para no afectar sus intereses; prefiere el desconocimiento al conocimiento con causa; prefiere el servilismo al amor propio.  El mexicano calló ante la matanza de yaquis en Sonora, ante Cananea y Río Blanco, ante la persecución religiosa durante la Cristiada, ante los asesinatos políticos durante las protestas del 59, ante la matanza de Tlatelolco de 1968, el Halconazo del 71, los desaparecidos en la guerra sucia, los robos electorales de 1988 y 2006. Calló ante Acteal y Chenahló, Aguas Blancas y  Hermosillo, Ocosingo y Cuernavaca. Calló ante los asesinatos de  Zapata, Villa, Carranza y Obregón; ante Lucio Cabañas, Carlos Madrazo, Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio,  los Ruiz Massieu, el cardenal Posadas, y tantos más. Calló ante la negligencia que causó la muerte de 40 niños en la guardería ABC de Hermosillo. Ha callado ante 60 mil muertes de esta lucha fraticida y sin sentido contra el narcotráfico. Ha callado.
IV
¿Y el indígena? ¿Cuál es su papel en el México del siglo XXI? ¿Las políticas integracionistas del gobierno en turno han cobijado a los pueblos indígenas?  Históricamente relegado, el indígena tiene que mutar para sobrevivir. En tiempos donde lo apremiante es la rapidez, el movimiento tecnológico y mediático, y la conexión global, el único resquicio que le queda al indígena mexicano es integrarse a un modus vivendi que le es ajeno, que ignora pero tiene que formar parte de él para conservar, cuando menos en una práctica ancestral e infrecuente, sus raíces. Si el impedimento es el idioma, se olvida de él para pasar desapercibido en una sociedad donde las variaciones se disimulan con ropa nueva y un auto del año. Lo multiétnico es visto como un rasgo multiculturalidad; un indígena zoque o maya bien puede estudiar un doctorado en Antropología en la UNAM, o servir como lavaplatos en el restorán de un hotel cinco estrellas en Cancún. Si el impedimento es el color de piel, el aspecto rudo y descuidado, nada mejor que un buen baño de civilidad para aprender a combinar una camisa, un buen peluquero que ajuste el color del cabello al tono de piel, quizá con el tiempo un vehículo propio, aprender ciertas palabras rimbombantes, mezclarse con las clases media y alta en el centro comercial de moda. O migrar hacia fronteras más equitativas aunque igual de discriminatorias. Servir en los fértiles campos de California y las Carolinas; lavar y fregar pisos en Atlanta y Nueva York; vender tamales en Los Ángeles y San Antonio; trabajar en construcciones de Houston, Dallas o San Francisco.  El futuro no es promisorio para el indígena mexicano. Los pueblos están en franca desaparición, a pesar del esfuerzo de algunos gobiernos locales para cederles cierta autonomía para sean ellos  quienes reactiven sus vasos comunicantes. Muchos prefieren hacer caso omiso; otros, conscientes que es cuestión de tiempo, prefieren integrase a las sociedades actuales. En plena desventaja, el indígena mexicano muta, se transforma, asimila y se olvida de sí mismo paulatinamente.  



V
La historia mexicana tiene páginas negras, vergonzosas, que daríamos mucho por poder borrar; tiene páginas heroicas, que quisiéramos ver impresas con letra mayor.
Daniel Cosío Villegas.

A 150 años, la Batalla de Puebla ha encontrado acomodo en la idiosincracia del mexicano casi sin proponérselo. No se trata de una sola batalla, que en nada detuvo el avance francés, sino se trata de la reafirmación de identidad nacional que se circunscribe al parnaso liberal, forjado por gente de la talla de Juárez, Lerdo, Altamirano e Ignacio Ramírez “el Nigromante”. El 5 de mayo es la victoria contra el imperio francés pero también es la victoria del liberalismo masón contra el conservadurismo religioso. Porque el 5 de mayo es hijo legítimo del Congreso Constituyente de 1856, sigue esa línea liberal (la mayoría de los generales que enfrentaron a Francia eran liberales) que intenta fraguar un estado laico, democrático, en contra del recio, hermético y religioso estado conservador. Una  victoria con implicaciones nacionales desde el mismo día de librada, aunque los conservadores intentaron opacarla con la impuesta imperial de un archiduque austriaco. De cualquier forma, el latigazo emocional estaba dado: ni los mismos liberales pensaron en  las implicaciones morales, patrióticas y bélicas que tendría la victoria contra los franceses. ¿De qué forma, entonces, se nutre el carácter mexicano con este y otros episodios históricos de primera línea? Veamos algunas reflexiones.
            La historia no debe deslindarse de los procesos sociales, como querían los historiadores anticuarios, sino precisamente el discurso histórico debe desentramar el andamiaje social, buscando una reflexión inteligente que los sitúe en su realidad. No debe quedarse en el dato duro, sino dilucidar ese dato, apropiarse de él. Si bien la historia no incide en la acción social (como podría hacerlo una postura ideológico/política), por medio de la historia se es capaz de incidir en el propio comportamiento al rescatar valores y retomar normas de conducta, y es aquí en donde entra la función, según lo veo, primordial de la historia: la construcción de un ideario nacionalista con vista a la creación de una identidad propia. Esto lo han sabido aprovechar muy bien los encargados de llevar sobre sus hombros la construcción de un proyecto de nación, quienes recurren a la constante vitalización de gestas heroicas, hazañas bélicas, fechas-símbolo, modelos de conducta que forman efigies inseparables de fuerza, decisión y valentía. Esta función, según Carlos Pereyra, “pedagógica de la historia” (Pereyra: 19), ha construido el ideario ideológico-político de naciones enteras. Es más fácil tocar el sentimentalismo nacional por medio de una gesta heroica, que proponiendo una reflexión que exima cualquier dejo de duda sobre la relativa validez de la misma.  La memoria colectiva tiende a efectuar un proceso de hacinamiento emocional, en donde es más valioso ensalzar y enorgullecer que reflexionar y cuestionar.
            La génesis de un pueblo vale por su encumbramiento nacional,  tanto como proceso social  como proceso de aceptación de identidad. El historiador duro refiere hechos que dan sentido a un presente un tanto turbio (puesto que no se detiene a analizarlo), y es aquí donde la historia no cumple con su objetivo: no se trata sólo de trasponer el dato, sino hay que desentrañar todo el proceso social que lo llevó hasta allí. Sin afán de retomar el discurso marxista, debemos mencionar que una de las funciones ideológicas de la historia es que actúa en el contexto de las clases sociales, en menor o mayor medida. Es decir, las clases sociales son afectadas por la puesta en escena del discurso histórico, y esta afectación, para bien o para mal, es utilizada por el discurso “oficial” para dotar al ciudadano de un sentido nacionalista que limita, en buena medida, su capacidad de reflexionar sobre el momento histórico quele toca vivir. En este sentido, son las clases dominantes las que poseen la última palabra que legitima -o no-  un discurso histórico en específico, relegando a las clases minoritarias a ser mero espectadoras de una puesta en escena imparcial, dogmática, inequitativa que vela por los intereses de uno, a la sombra del otro.
            Los historiadores al servicio del Estado han creado este efecto. El discurso (y la visión) de los vencidos contra el discurso (y la visión) de los ganadores, choca de lleno con aquellas clases que, en su momento, vieron afectados sus intereses económicos, y que vieron a las huestes de militares, bandoleros, campesinos y sátrapas oportunistas que azolaron el país durante años, cercano al regreso a un estado sin ley. Y retomo una cita de Chesneaux (utilizada por Pereyra):


El control del pasado y de la memoria colectiva por el aparato de Estado actúa sobre las ‘fuentes’… Este control estatal da por resultado que lienzos enteros de la historia del mundo no subsistan sino por lo que de ellos han dicho o permitido decir los opresores… la ocultación es uno de los procedimientos más corrientes en este dispositivo de control del pasado por el poder.

Y sí, cuando menos en nuestro contexto, quien controla el pasado controla el presente, con vías vivir en un futuro incierto.
VI
La historia no tiene libreto.
Alexander Herzen

              En 2012 se cumplen 150 años de la Batalla de Puebla. Apenas en el mes de febrero, el Congreso del Estado de Puebla aceptó un exorbitante presupuesto para las festividades: 1200 millones de pesos. Exposiciones, obras de teatro, publicaciones de libros, talleres, festivales musicales, desfiles, propaganda mediática e impresa en medios nacionales e internacionales, en fin, un exceso en términos de significación histórica pero no en aceptación política. El 150 aniversario de la Batalla de Puebla caerá en un periodo histórico especialmente álgido en nuestro País; y es por ello que los tres niveles de gobierno buscan sacar partido de esta fecha. En año electoral, la demostración de un ideario nacional que convenza a los votantes indecisos, significaría sacar partido de un jugoso festín que será visto por todo el País, anarbolando banderas de la democracia, la igualdad, la valentía, el liderazgo o el simple populismo mediático. No está mal que el Gobierno tenga intención de conmemorar esta fecha, el problema es el doble fondo (moral y político): es una festividad con tintes azuloides, un pastel que se reparte entre pocos, aunque el mensaje explícito sea: Todos somos mexicanos. La Batalla en azul, el despilfarro de recursos que buena falta hacen en otros rubros. Pero así es el mexicano: despilfarra en invitar a gorrones voraces aunque la cruda financiera le demore el resto del sexenio. Y pasará igual que la celebración del Bicentenario y el Centenario: sin pena ni gloria atravesará el imaginario colectivo, que no necesita de reafirmaciones sino de soluciones, en una sociedad que ya no se cree la  trama telenovelesca del Gobierno y los medios de comunicación, y cada vez –y con más fuerza- exige resultados.  La historia, cono señala Herzen, no acepta libretos ni libelos de poca monta escritos por chupatintas y mercenarios intelectuales al servicio del Estado. El tiempo de cocción intelectual de la sociedad mexicana está todavía en término medio, a pesar que ya hay muestras de una madurez crítica construida a base de reveses, sinsabores, caídas y cismas irrecuperables.
Lejos de ser una celebración social, la conmemoración de la Batalla es una óptima plataforma política para que el Gobierno Federal y el estatal se jacten de abanderar una causa nacional.
                                                      

BIBLIOGRAFÍA
  1. Garfias Magaña, Luis (1992). La Batalla del 5 de mayo de 1862. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.
  2. González y González, Luis (1989). Todo es historia. México: Cal y Arena.
  3. Krauze, Enrique (2003). Travesía liberal. México: Tusquets.
  4. Monsiváis, Carlos (2000). Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina. Barcelona: Anagrama.
  5. Paz, Octavio (1997). El laberinto de la soledad. México: FCE.
  6. Pereyra, Carlos y otros (1980). Historia ¿para qué? México: Siglo XXI.

jueves, 15 de marzo de 2012

MARCUSE: CUARENTA AÑOS DESPUÉS.




Quizá en estos momentos de zozobra existencial, espiritual, en donde los valores de las sociedades capitalistas se han desquebrajado, sería conveniente volver a leer a este gran pensador, una de las mentes más lúcidas y críticas del siglo XX.

domingo, 26 de febrero de 2012

LLOVIZNABA



Hace unos días terminé la lectura de Balas de plata (Tusquets, 2008), novela del maestro del género narcopoliciaco, Èlmer Mendoza. La lectura me guió, de cierta menera, al escribir este relato.









Lloviznaba. La tarde era especialmente fría a causa de la niebla y la llovizna que se colaba por las calles como un fantasma que recorre el tiempo sin detenerse. Amelia palpó su bolso: La pistola seguía ahí, con ese frío metálico que pudo sentir al tocarla apenas con las yemas de los dedos. Avanzó a través de la calle vacía. Ni los puestos de esquites y antojitos asomaban a esa hora y con ese frío, en verdad calador. Sólo un viejo cilindrero tocaba notas chillonas, recostado en el atrio de una iglesia barroca. Le pareció raro a Amelia que el cilindrero siguiera allí a esa hora, empeñado en conseguir unas monedas más. ¿A quién se las pediría, si las calles sólo mostraban tristeza y abandono? Los hoteles mostraban su luz mortecina, casi invisible por la niebla. Sin embargo, Amelia sabía perfectamente a dónde se dirigía. Tenía claro el recorrido. Lo supo un mes antes, cuando descubrió que Carlos, su esposo, lo engañaba con su prima Emilia. Los siguió durante todo el mes. Los vio comer en restoranes carísimos, salir del cine, comprar antigüedades, revisar libros de viejo, probarse ropas, entrar en diversos hoteles del centro de la ciudad. Amelia fue anotando los recorridos de los enamorados, que para su sorpresa eran tan predecibles. Lunes cine y cena. Martes, visita a las tiendas de antigüedades. Miércoles y jueves, libros de viejo, hotel y cena. Viernes, almuerzo, galería, hotel. Sábado, almuerzo, concierto de cámara en el patio de un exconvento y hotel. Domingo: salidas con Amelia y los niños. Amelia lo supo entonces: los mataría. En casa, Carlos se comportaba de lo más natural. Cariñoso, juguetón, espléndido, buen padre. “Hipócrita”, pensaba Amelia cada vez que Carlos le pedía hacerle el amor. Amelia cedía: se entregaba a él, poniendo, en un principio, su mente en blanco, aunque las imágenes de Carlos y Emilia cogiendo en un cuarto de hotel la excitaban y terminaba por seguirle el juego al deseo, que cedía ante el impulso violento de Carlos desnudándola, besándole el sexo, introduciéndole el anular y rescatando de ella un gemido ahogado cuando la penetraba con fuerza. Después del vendaval, Amelia reflexionaba. ¿Debería matar a Carlos, o sólo a Emilia? ¿O a ambos? O a ninguno. Dejar que el tiempo alejara la novedad, la novedad de Emilia y su cuerpo joven y esbelto, sus veinticinco inexpertos años, y no los cuarenta de Amelia. Aunque: Qué envidia, decían sus amigas, Tú, Amelia, a tus cuarenta parece que andas en los veinte, Qué cuerpo, amiga, bien conservado, un figurín de revista para caballeros. Y tan inteligente: ¿Ya terminaste tu maestría? ¿Qué estudiabas? Historia del Arte. Con los niños es difícil, qué digo niños, si ya Esteban tiene trece y Carlitos cumple diez en octubre. No pierdo las esperanzas, me hace falta presentar mi proyecto de tesis. ¿Sobre? La ruptura del arte mexicano en la década de los cincuenta. El periodo transitorio entre el muralismo, con Rivera y Siqueiros a la cabeza, y la vanguardia representada por Cuevas, Felguérez, García Ponce, Von Gunten y compañía. Interesante. En diciembre voy a mandar a los niños a Xalapa con mi mamá, y nos vamos dos semanas a la cabaña de Carlos en Tequisquiapan, y espero terminarla ahí. Una esquina vacía, a la intemperie. Y luego el cruce de la calle, sus pasos lentos, los tacones que apenas tocaban el suelo con un dejo de perfecta sincronía: músculo, movimiento, retracción, ley de gravedad. Tenía grabada en su mente la dirección con la fuerza obsesiva que le hizo comprar una Beretta .38 con ayuda de un buscador de Internet. Una entrega sencilla, sin más diálogo que las especificaciones del vendedor: la cámara, el cartucho, el seguro, la disponibilidad al tacto, un cursillo rapidísimo de cómo desmontarla para engrasarla, etc. Amelia pagó diez mil pesos en efectivo, en billetes de quinientos pesos y luego de rechazar la invitación del vendedor a probarla en un campo de tiro privado en las afueras de la ciudad, se largó. Por uno días tuvo miedo de sacar el arma del escondite secreto donde la tenía. Sabía que tendría que practicar unos días antes del asesinato, si no quería tener complicaciones. Pero la oportunidad no se presentaba. Un sábado, conociendo ya el itinerario diletante de su esposo, le pidió que la llevara al concierto de cámara que todos los sábados por la tarde ofrecían músicos de la filarmónica de la ciudad. Era una tarde calurosa, y pensó que la frescura del convento, aderezada con los cuartetos de cuerdas de Bach, les vendría bien. Carlos se negó, arguyendo una junta inpostergable con unos clientes alemanes. ¿En sábado? Sí, ya sabes que los europeos tienen gustos extraños, prefieren beber cerveza a la vez que hablamos de negocios. Si esto sale bien, tendremos los suficiente para mandar a Esteban a ese internado en Estados Unidos. ¿Y por qué, de pronto, quieres deshacerte de Esteban? Eso ya lo habíamos hablado, Amalia. Es lo mejor para él, a ese mismo internado va el hijo del presidente, además de los hijos de empresarios importantes de mi ramo, imagínate lo que nos convendría que Estebancito trabara amistad con el hijo de Falcón, por ejemplo, las puertas de las altas esferas empresariales se nos podrían abrir. Amelia siguió a Esteban hacia el centro de la ciudad. Lo vio entrar en un restorán y sentarse al lado de una mujer joven, provocativamente vestida y bella, muy bella. Amelia sabía quién era. Esperó a que salieran, y los siguió en su auto a prudente distancia hasta el estacionamiento del exconvento, donde desaparecieron tras entregar las llaves del auto al valet parking. Esa tarde, Amelia le habló al vendedor de la pistola y le preguntó si seguía abierta la invitación a probarla. El vendedor, desde luego, aceptó. Una hora después, vestida con un ajustado jean que resaltaba sus nalgas voluptuosas, y una breve blusa por donde asomaban unos senos torneados a bases de sesiones diarias de gimnasio, Amelia subió la camioneta del vendedor. El recorrido fue rápido y hablaron de trivialidades. El vendedor era casado, por su puesto, la marca del anillo en el anular izquierdo, lo delataba. Aunque el vendedor lo negó, inventado una historia poco creíble de incesto a algo parecido. El campo de tiro estaba dentro de un rancho de poca monta. Al lado del campo, una caballeriza sin caballos le daba al rancho un aire deprimente. Al principio, el vendedor indicó la posición adecuada del cuerpo, el sostenimiento efectivo de la pistola en las manos de Amelia, que sudaba. Los primeros tiros fueron erráticos. Así que el vendedor se colocó atrás de Amelia y sostuvo sus manos con las suyas, apuntando firmemente a un blanco que no estaba a más de cincuenta metros. Es la forma correcta, dijo el vendedor, hay que acomodar el cuerpo a la pistola, dejarse llevar por la cadencia del metal, intentando que todo lo demás desaparezca y solo queden tres cosas: tu cuerpo, la pistola y el blanco. El arma se disparó. En el blanco había un orificio pequeño justo al lado del centro, marcado con un círculo rojizo. Amelia se emocionó. Dio un abrazo coqueto al vendedor e inmediatamente se volvió para disparar de nuevo. El vendedor se colocó detrás de ella. Amelia pudo sentir la erección del vendedor, su respiración entrecortada que lo hacía pegarse más a sus nalgas. Vamos, le dijo Amelia. El vendedor la llevó cargando hasta la caballeriza mientras le besaba con fuerza los senos, el cuello, la boca, le olía el cabello suelto y castaño, le besaba los ojos, lleno de una excitación que Amelia sólo había conocido en los días donde había conocido a Carlos y cogían todos los días saliendo de la universidad. El vendedor la colocó sobre una paca de borra descolorida y le quitó la blusa y Amelia cooperó con bajarse rápidamente el pantalón que resbaló junto con la tanga negra que, al caerse, dejó al descubierto su sexo sin un solo vello y el orificio anal expuesto y lascivo. El vendedor jugueteó con su sexo y sus senos de manera alternativa durante unos segundos, mientras Amelia le agarraba el pene con fuerza, haciendo que el vendedor se estremeciera por lapsos indefinidos; a un movimiento rápido del vendedor, Amelia se colocó frente a él y tuvo oportunidad para introducir su pene en su boca, succionando e intentando descubrir algún secreto oculto en ese hombre que apenas conocía. Cogieron varias horas. La noche era plena cuando se descubrieron agotados y sudorosos sobre las pacas de borra. Olían a humedad y sexo, a madera vieja. Sus cabellos tenían resto de borra, alfalfa y pasto. Se despidieron en un centro comercial. Antes de irse, el vendedor sugirió que deberían verse otra vez. Amelia dejó abierta la posibilidad, aunque no se comprometió. Tomó un taxi y en veinte minutos estaba en casa. Ahora, Amelia intensifica sus pasos. Está cerca del hotel. La llovizna ha cesado, pero el frío es más intenso. Volvió a palpar su bolso, que colgaba del hombro izquierdo. Un auto pasa cerca, y unos hombres silban a Amelia. Ella no se detiene, está decidida, no hay marcha atrás. Piensa en Carlos y Amelia cogiendo en ese hotel colonial.

sábado, 28 de enero de 2012

PUEBLA DE LA FRANJA O EL MAL ABSOLUTO



Para todos los fanáticos del Puebla, les entrego este textito que sin son de dolo, o sea, sólo por el ánimo de chingarlos porque arriba los Pumas de la UNAM, quiere ser un desahogo de mis frustraciones futboleras. Ojalá alguien se atreva a escribir la réplica. Saludos. Jajaja. Aclaro: todos los personajes son ficticios, no vayan a querer cobrarme regalías.




Tras años de fracasos y malos manejos, el Club de Futbol Puebla AC, fue declarado en bancarrota por su dueño, el Sr. Gaspar Henaine (homónimo del cómico “Capulina”, QEPD), en 2013. Después de que en 2012 el Puebla de la Franja descendió a la Primera “A”, la Tercera División y finalmente a la Segunda, el Sr. Henaine decidió poner en venta al club. En una transacción histórica, el magnate petrolero ruso y dueño del club Chelsea y de los Yankees de Nueva York, Roman Abrahamovic, puso en la mesa una jugosa oferta por el Puebla (fuentes directas confirman que el Sr. Abrahamovic ofreció a Henaine 700 millones de dólares), argumentando que dada la tradición y grandeza del equipo tenía grandes esperanzas en volver al Puebla un equipo ganador. Una vez adquirido el equipo, Abrahamovic dejó la lluviosa y húmeda Londres y fijó su residencia en Puebla, en una mansión descomunal en las afueras de San Miguel Canoa. Su primera acción como dueño mayoritario del Puebla de la Franja fue la renovación de la plantilla. Mostramos en este espacio una revisión somera de la plantilla y los motivos que los llevaron a jugar para el Puebla.
1. Portero. Edwin Van Der Saar. El exseleccionado holandés, y estrella del Manchester United decidió salir del retiro para formar parte del Puebla. Se dice que es fanático de los Tigres del Norte, la comida mexicana (especialmente las Cemitas y los tacos de suadero) y la cocaína procesada en Colombia. Fuentes directas que como parte del trato, Van Der Saar ofreció a su mujer a Abrahamovic, la modelo Vanessa Rightone, a cambio de un incremento sustancial del 50% de su sueldo, mismo que el magnate pagó sin chistar.
2. Defensa. Wladislaw Vidic. El astro serbio del Manchester United aceptó la oferta de Abrahamovic a cambio de su administrador, René Bejarano. Vidic quedó prendado del él cuando éste viajó a Manchester para cerrar el fichaje. Actualmente viven en Tehuacán, donde disfrutan de los beneficios de los manantiales que nacen en esa región mineralógica.

3. Defensa. Carles Puyol. En un caso insólito en el fútbol, el capitán de la selección española y el Barcelona, rescindió su contrato con el club catalán debido a que el dueño del club, Joan Laporta, fornicó con su mujer en una fiesta para celebrar los ciento diez años del equipo culé. Abrahamovic supo de este incidente y rápidamente viajó a Barcelona para hacerle una jugosa oferta a Puyol. Puyol, despechado, aceptó la oferta con la única condición que no se divulgara el costo de la transacción, que ahora sabemos fue de diez millones de euros, una mansión en Morillotla, un Alfa Romeo del año y una puta catalana que tenía años trabajando como sexo servidora en Tlaxcala.
4. Defensa. Gerard Piqué. Dicen que lo que llevó al astro catalán a abandonar Barcelona fue su ruptura con Shakira. Aunque la verdad es que Piqué conoció a una poblana que estudiaba en la Universidad Pompeu Fabra y trabajaba en un Burger King cercano a las Ramblas. La poblana le hizo una “trabajito” que un poco tiempo trajo babeando a Piqué, al grado de dejarlo todo y radicarse en Puebla, donde lo encontró Abrahamovic y le ofreció integrarse al Puebla. Piqué tuvo que bajar de peso y ponerse en forma para volver a jugar.
5. Medio. Andrea Pirlo. El jugador italiano tuvo una fuerte lesión en 2012 que lo alejó de las canchas por un año. La Juventus de Turín lo despidió por falta de juego. En una fiesta ofrecida por la FIFA Pirlo conoció a Abrahamovic, quien le ofreció jugar para la Franja. Después de meditarlo mucho, Pirlo hizo un viaje express para conocer la ciudad. En un recorrido por el centro de Puebla, Pirlo conoció a una turista italiana estudiante de arqueología en la Universidad de Bologna de la que se enamoró perdidamente. Tres meses después Pirlo aceptó la oferta de Abrahamovic.
6. Medio. Neimar. La joven promesa brasileña, y estrella del Santos de Brasil rechazó una lucrativa oferta del Chelsea por la simple razón que no le gustó Londres. Pasó una semana en esa ciudad y terminó deprimido. Al saberlo, Abrahamovic se entrevistó con él en Río de Janeiro. Dicen que modelos cariocas amenizaron la fiesta que Abrahamovic dio en una conocida discoteque de Río, donde el alcohol, la coca y los fetiches sexuales estuvieron a la orden. Neimar quedó enamorado de la publirrelacionista del Puebla, y esa misma noche fornicaron en la suite presidencial que Roman alquiló para ellos en el Hilton Río. La publirrelacionista cerró el fichaje con una felación y seguidas penetraciones anales que hicieron que Neimar decidiera, esa noche, que su próximo destino sería la ciudad de Puebla.
7. Delantero. Wayne Rooney. El bad boy inglés estuvo inmiscuido en problemas dedrogas y alcohol durante el 2012, perdió completamente el pelo y subió veinte kilos en ese año. Tras la muerte de Ferguson (en circunstancias no aclaradas aún por Scotland Yard), Hugo Sánchez tomó las riendas del Manchester y acusó a Rooney de baja de juego. Un pleito con puños, sillas y mordidas cerró la relación entre el mexicano y el inglés, y apresuró la salida de Rooney. Un año después Abrahamovic lo encontró en un suburbio de Manchester, con casi cien kilos, una profusa barba y completamente calvo. Abrahamovic se entrevistó con él en un puby tras tomarse varias jarras de cerveza, Rooney aceptó viajar a Puebla. Tras una liposucción, injerto de cabello y un mes en una granja para alcohólicos en las cercanías de Cholula, Rooney quedó listo para integrarse a la Franja.
8. Delantero. Javier “Chicharito” Hernández. Su paso fugaz por el fútbol europeo, y su fracaso tras una temporada pletórica en el Manchester, puso al Chicharito en jaque. Comenzó a consumir drogas y publicó en una red social su abierta homosexualidad y su relación con el modelo y actor Gabriel Soto. De fiesta en fiesta, Chicharito bajó su juego a niveles escandalosos. El América lo contrató por el apertura 2013, pero en seis meses sólo jugó 30 minutos, y al término del torneo Jorge Vergara, nuevo dueño del América, anunció la recesión de su contrato. Abrahamovic se entrevistó con él en una conocida taquería de Guadalajara, cuyo dueño era el Chicharito. Ahí le ofreció un puesto titular en el Puebla con un sueldo decoroso. Una semana después Chicharito viajó a Puebla.
9. Director Técnico. José Mourinho. La caída estrepitosa del Real Madrid a la Segunda División propició el fin de la carrera de Mourihno en Europa. Luego de dirigir durante un tiempo en Qatar, Vietnam, Nueva Zelanda y Chipre, Mourinho llegó a México para dirigir al América. Una temporada que puso al equipo con un pie en la división de ascenso, y la escandalosa declaración de varios jugadores que Mourinho los espiaba mientras se duchaban para luego masturbarse en su bañera, apuró la salida de Mourinho del América. Mourinho regresó a Portugal donde fundó una escuela de fútbol para niños, y ahí fue donde Abrahamovic lo encontró una tarde lluviosa en la plácida Lisboa. La oferta de Abrahamovic fue contundente: Mourinho debía hacer campeón al Puebla a cambio de un sueldo jugoso y varios privilegios más.
10. Dueño. Roman Abrahamovic. A mediados de 2013, el magnate del petróleo y las telecomunicaciones en Rusia, decidió que no le vendría mal adquirir un equipo en declive en algún país del Tercer Mundo. Por medio de un equipo experto en operaciones financieras de riesgo, Abrahamovic estudió varios casos alrededor del mundo, resultando finalistas el Spartak de Praga, el Bío-Bío de Chile, el Tsumnum de Vietnam, y el Puebla de la Franja de México. Tras una larga deliberación, los expertos le recomendaron a Abrahamovic que, entre todos los malos, la mejor opción era adquirir al Puebla debido a su viabilidad para poder hacerlo un equipo ganador en un menor tiempo. Además, Henaine, el dueño, aceptaría cualquier cosa con tal de no seguir relacionado a un club que lo había dejado en banca rota. Cuando Abrahamovic hizo el recorrido por las instalaciones del club se dio cuenta de la situación: necesitaría más de lo necesario para remodelar completamente el estadio (que estaba casi en ruinas), pagar las deudas que el club había adquirido por patrocinios y derechos de transmisión de sus partidos, y volver a conseguir que el público confiara en el club, aun con el reciente linchamiento en las inmediaciones del estadio del agitador y exdirector técnico del equipo, José Luis Sánchez Zolá, mejor conocido como el “Chelis”. Abrahamovic puso a trabajar a marchas forzadas a su equipo de asesores, y la primera labor titánica fue conseguir el permiso para derrumbar el Estadio Cuauhtémoc (en donde se abriría instalaciones de alto rendimiento para los jugadores del club)y comprar un terreno en San Andrés Cholula, donde quedaría el nuevo estadio Puebla. Un año después el nuevo estadio fue inaugurado con un partido entre el Puebla y un combinado mundial. El resultado fue sorprendente: el estadio costó casi mil millones de dólares, y cuenta con un domo corredizo, cancha corrediza, palcos e instalaciones de lujo, un centro comercial, un hotel, una pantalla de plasma de cincuenta metros y, un plus, funciona por las noches como putero.