Michael Chabon cuenta
que empezó a escribir esta novela cuando llevaba más de cuatro años y mil
quinentas páginas de lo que tenía que convertirse en su segunda novela pero que
no iba a ninguna parte. Tras el éxito de Los misterios de Pittsburgh, la presión
de tener que presentar al mundo una novela que colmara las expectativas de sus
editores y su público le impedían reconocer que su nueva obra era un fracaso.
Hasta que un día tuvo una visión argumental repentina: un chico joven y
atormentado está una noche en el jardín trasero de una casa con una diminuta
pistola plateada contra su sien, mientras que en el porche de la casa vecina un
hombre de aspecto desastroso, fumado y con muchas más razones que el joven para
quitarse la vida, lo mira e intenta decidir si lo que está viendo es real o no.
Chabon decidió sabiamente continuar con esta historia y dejar de lado esos
cuatro años de escritura frustrada: el resultado fue Chicos prodigiosos,
protagonizado por Grady Tripp, un profesor de escritura creativa que lleva
siete años estancado en su novela Wonder Boys y que se describe a sí mismo de
la siguente manera:
aunque escribiera diez
mil páginas más de prosa reluciente, yo seguiría sin ser nada más que un
minotauro ciego dando tumbos por un terreno quebrado, un ex chico prodigioso
fracasado y obeso con una adicción a la marihuana y un perro muerto en el
maletero del coche.
El dolor y la
frustración de todos esos años de trabajo inútil están presentes en la novela,
pero hay mucho más en ella que la simple historia de un autor fracasado. Los
héroes de Chabon tienen en común la dignidad de su fracaso, que viene a ser
casi como una característica personal de los caballeros en cuestión (sus
mujeres suelen tener bastante más agallas). Esta novela es una ilustración de
lo relativo que es el triunfo literario, las universidades están llenas de
chicos prodigiosos esperando conquistar el mundo con sus escritos pero que con
suerte llegarán a profesores de segunda fila, críticos frustrados o editores de
nuevos aspirantes a esa gloria tan efímera como inalcanzable.
Este libro empieza
mucho mejor de lo que termina, el autor quiere introducir tantos elementos en
su historia que acaba perdiendo el timón de la misma y desembocando en un puro
caos de situaciones cada vez más absurdas. A pesar de esta falta de cohesión
argumental, la lectura resulta muy amena e incluso divertida por momentos. Esto
es el mérito de la maestría lingüística y narrativa de Chabon, cuyos
comentarios y observaciones que pone en boca de sus personajes son tan agudos
como demoledores. Y cómo no, de la inmensa ternura que el autor siente hacia
sus criaturas, a las que pondrá al borde del abismo pero nunca llegará a darles
ese empujón final que las lance al vacío, siempre habrá una última esperanza
que las salve aunque sea provisionalmente de la fatalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario