No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



sábado, 3 de octubre de 2015

LA METÁFORA ABSOLUTA
A Mario “el Buda”, por las horas de música (y otras sustancias) en su departamento de la Vallejo.
Uno
El día que Mark Chapman mató a John Lennon frente al edificio Dakota, el mismo año que John Bonham murió ahogado en su vómito en la casa de Jimmy Page, ese mismo día se decidió el futuro de Markus Reelman. Un juez le dictó sentencia: condenado a morir por inyección letal. Era el 2 de diciembre de 1980. La mención al líder de los Beatles, y la mención, de refilón, del legendario baterista de Zeppelin, no es gratuita: los tabloides sensacionalistas publicaron que Reelman había escrito dos semblanzas biográficas de Lennon y Bonham, publicadas por una editorial clandestina de Boston, y, además, Reelman impartió, en los sesenta,  una modesta cátedra de cultura popular contemporánea en una minúscula universidad de Manchester, en donde analizaba la influencia del rock en las clases populares  Durante los sesenta, Reelman había participado como bajista de The Peaches,  un grupillo sin futuro y malísimo que por dos o tres años se presentó en bares de  mala muerte hasta su desintegración por la muerte de Paul Guinnes, voz principal del grupo, en condiciones que sólo años después pudieron esclarecerse. No se sabe que Reelman hubiera participado en otras bandas, aunque, en los años que se hizo famoso, se mencionó que había audicionado, sin éxito, para Zeppelin, cosa que Plant y Page ni desmintieron ni afirmaron, con lo que dejaron abierta la posibilidad. Plant mencionó que hacía 1968 la banda buscaba con urgencia un baterista, y tuvieron alguna audición en Londres, pero sin decidirse por alguien. La llegada de Bonham a Zeppelin, luego de rechazar a Joe Cocker, puso fin a la búsqueda y abrió la etapa más fructífera de la banda, hasta la muerte de Bonham y la desintegración de la leyenda.
         Poco se sabe de la vida de Reelman desde mediados de los sesenta hasta la publicación de un panfleto antibelicista en 1972, con la discusión si se presentó o no a la audición de Zeppelin en el 68.  En esos años abandonó Manchester, con 32 años, y fijó su residencia en Boston. No hay registros de actividad laboral –fue despedido de la universidad de Manchester en 1966- y sólo se tiene un carnet de trabajo provisional en Boston como acomodador en un almacén. Las pesquisas de la policía fueron más allá: encontraron que hizo un viaje de cinco días a la ciudad de México en 1970, y un viaje relámpago a Inglaterra en 1971. Fue hasta la publicación de ¿Ir a la guerra?, su panfleto contra Vietnam, cuando el profesor Reelman tomó cierta notoriedad. Le ofrecieron empleo en una escuela comunitaria de Portland, Maine, y viajaba dos horas al día en tren para presentar su clase y regresar a su departamento del sur de Boston. El panfleto fue leído por estudiantes universitarios, y publicado en la imprenta universitaria de Columbia. Reelman recibió la invitación para leer su panfleto en un evento público ante la visita del presidente Nixon a Columbia, y su éxito fue tal que a partir de ahí las ofertas de trabajo llegaron y su situación económica cambió radicalmente.
Dos
Durante tres años, Reelman escribió sobre música en revistas especializadas. Se había ganado cierto público por sus críticas encarnizadas al sistema, y por sus crónicas detalladas, bien escritas y documentadas. No hubo grupo importante que le fuera indiferente. En tres años escribió una crónica semanal para la Boston Musical Review, e hizo una entrevista a Lennon en el 73, cuando Lennon apoyó la salida de del ejército estadounidense de Vietnam, en la famosa marcha por la paz de Nueva York. Aunque la entrevista versó sobre música y los nuevos proyectos de Lennon –al año siguiente editaría Imagine-, Reelman encontró la oportunidad de sacarle alguno que otro comentario sobre su postura antibelicista, los problemas que tenía con el gobierno americano por su actividad abiertamente pacifista y, con un guiño personal, sobre su relación con Yoko Ono. La entrevista con Lennon no sólo promocionó la revista, sino le dio el empuje que Reelman necesitaba para publicar en revistas de todo el país.
         Luego de la entrevista, Reelman empezó la escritura de la semblanza biográfica de Lennon, y para ello el beatle le envió un cuestionario que Reelman requería para terminar el libro. No tuvieron más contacto. Se sabe que Lennon aprobó la semblanza con una llamada telefónica, y nada más.
Tres
El 7de febrero de 1977, una llamada telefónica a la policía advirtió de una terrible imagen en un barrio del sur de Boston. Unos perros habían expuesto el cuerpo de una mujer semienterrado en el patio de una casa. La policía allanó el lugar, y, al hacer el cateo, no encontró al dueño. Dentro, la imagen no fue menos grotesca: cientos de botellas de refresco, y latas de conserva, adornaban la casa con excrementos y orines. El olor era indescriptible. Dentro de las habitaciones, gatos y perros muertos estaban postrados en montículos de cal. De la bañera de la habitación principal, una mezcla de excremento y comida podrida hacía el aire irrespirable. Llamó la atención de la policía que una de las habitaciones estaba intacta. En ella, había un escritorio, una librero y un mueble con cientos de discos, todo en perfecto orden, limpísimo; lo mismo el fichero de notas, los diccionarios y una vieja máquina de escribir marca Brother. Un cenicero sin usar, una lapicera, un afiche de Led Zeppelin, otro de John Lennon y uno más de Bonham, eran todo el mobiliario de la habitación.
         Pronto se descubrió que en la casa vivía Markus Reelman, o el profesor Reelman, como lo conocían los vecinos. Peritos inspeccionaron toda la casa y el terreno aledaño. Tardaron tres días en desenterrar los sesenta cadáveres que encontraron enterrados en el patio. Se inició la cacería de Reelman por todo Boston, y se dio aviso a todos los estados, terminales aéreas, ferroviarias, de autobuses; por unos días, su imagen –lentes redondos a la Lennon, bigotillo ralo, boca pequeña, nariz prolongada, cabello lacio hasta  la frente- inundó los noticieros, y, costumbre en esos años, el FBI proyectó su imagen en salas de cine.
         Los meses de nieve y hielo en Boston, hicieron difícil identificar los cuerpos. Un lugar común proporcionaría cierta línea de investigación que los expertos forenses no descartaron: la mayoría de los cadáveres tenían la extraña particularidad de ser o parecer roqueros. No había duda: casi todos con cabello largo, tatuajes insignes, perforaciones, argollas cutáneas, botas, arracadas. Que un asesino serial se interesara en cierta raza, sexo o estrato social, no era nuevo, pero Reelman había inaugurado un nuevo tipo de asesino serial.
Los investigadores centraron sus pesquisas en reconocer roqueros desaparecidos en los últimos años. No fue difícil: por todo el país, las agencias policiales reportaron desapariciones en varios estados; los casos, en su mayoría archivados después de seis meses, volvieron a abrirse. Curiosamente, ninguno de los roqueros desaparecidos era famoso. Pertenecían a grupos mediocres que tocaban en bares, en cocheras y fiestas privadas por pocos dólares; nadie extrañó a los jóvenes, y en algunos casos los familiares pensaban que su hijo se había marchado a buscar fortuna en otro lado. 
         Quizá el caso más notable de todos fue el de Ramón Valverde, un mexicoamericano de Salinas Valley, California, becado en la Universidad de Boston, en donde estudiaba Ciencias Políticas con un futuro prominente. Baterista en sus ratos libres, la mayor parte del tiempo la pasaba en el campus de su universidad. Sus padres, Jorge y Lucía Valverde, reportaron la desaparición de Ramón en noviembre de 1975, cuando el joven politólogo dejó de hablar a casa. Viajaron a Boston, pusieron la denuncia y esperaron. Meses después, ante la insistencia de la policía de cerrar el caso, la familia Valverde contrató un detective privado para encontrar a Ramón. La investigación del detective se trunca en una bar del sur de Boston, donde Ramón y su banda, The hands, tocaron durante dos horas. La imagen de Ramón entrando al subway, fue lo último que vieron sus amigos.
Cuatro
En mayo de 1977, durante un concierto en Portland, Oregon, Ozzy Osborne cayó de bruces en el escenario, brutalmente intoxicado. Había bebido y consumido cocaína durante cinco días seguidos, y en su camerino lo esperaba una fiesta con putas, más coca y vodka en cantidades industriales. Agentes del FBI tenían vigiladas las entradas y salidas el estadio de los Oregon Ducks, el equipo de futbol americano de la universidad. Habían arreglado que a mitad de “Strange” Ozzy se cayera y el concierto fuera suspendido. No podía negarse: en su camerino había suficiente droga para mandarlo varios años a la cárcel. El motivo era la detención de Markus Reelman, el asesino serial de Boston, ubicado en Portland y seguido hasta el concierto de Black Sabbat. Reelman fue detenido antes de perderse entre la gente que, embriagados, vociferaban por la restitución de su boleto ante el fisco del concierto. 
         Reelman rápidamente confesó todo. Lugares, fechas, nombres, pero los motivos para asesinar a sesenta personas durante un periodo de cinco años se los cayó. Incluso dijo que, atormentado por la culpa, había enviado una nota anónima a la policía de Boston, sólo para ser ignorado o tomado como un mentiroso bromista. Recordó que al enviar la nota sólo había matado a 10 personas, así que culpaba a la policía por no haberlo detenido y evitar que asesinara a cincuenta más. La sentencia tardó tres años en llegar, pero fue inapelable. Reelman fue ejecutado el 21 de agosto de 1981. Nadie reclamó el cuerpo. Lennon y Bonham había muerto un año antes.

       
 

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