No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



lunes, 25 de octubre de 2010

LA NOCHE


LA NOCHE ES CORTA Y TENEMOS QUE ANDAR

La soledad es terrible. Uno se encariña hasta con un perro o un gato, que son animales estúpidos, ¿cómo no voy a encariñarme con esta mujer cálida y depravada?
Pedro Juan Gutiérrez,
Animal tropical.


No sé por qué luego de que Johnny sacara otra botella de vodka intuí que la noche terminaría mal. A veces uno presiente ese tipo de cosas, que nada tienen que ver con pitonisas o médiums o simples embaucadores de su puta madre que tiene programitas en la televisión. Es mero instinto. Yo lo sabía, algo me dijo, no al oído, pero sí por medio de un punzón en la comisura de los huevos, señal inefable de que una noche que pinta bien termina llevándose la chingada. Johnny en medio de la fiesta, más borracho que una cuba, con una botella de vodka extraída de la reserva del tío Fausto y la cara de pocos amigos de todos los invitados, que a decir verdad estaba igual de pedos que Johnny. Johnny burlándose del tío Fausto para quien la fiesta había terminado hacía rato pero todos nos negábamos a concluir. Los meseros levantando las mesas, los sirvientes recogiendo el verdadero desmadre de platos, botellas, ceniceros y porquería que inundaba medio jardín. Las primitas virginales, tequila en mano, brindaban para que esa madrugada perdieran su preciado tesoro entre la maleza, la niebla y el tenue ruido que se disipaba más allá del jardín. Definitivamente esa noche acabaría mal. Johnny me buscaba con la mirada perdida y yo me escondía detrás de un arreglo floral carísimo. Pensé que a Johnny le daba lo mismo con quien tomarse la botella, siempre y cuando saliéramos de ilesos de las críticas del tío Fausto, que cada vez que podía lanzaba miradas asesinas a Johnny. Un grupo de meseros se lleva mi escondite provisional y Johnny pudo verme casi frente sí. Alzó el puño, abrió los dedos con parsimonia y uno a uno los fue encogiendo hasta que sólo quedó el anular. Era la señal esperada. Debíamos largarnos. A la salida Johnny no aguantó y vomitó en el cofre del Jaguar del tío Fausto. Deseé verle la cara al tío. Johnny tenía estacionado su Atlantic 88 justo detrás del una imponente Land Rover. Al pasar, deslizó su llave por la puerta de la cuatro por cuatro y la lámina hizo un chirrido extraño, como de ratón. Nos reímos. De tan pedo, Johnny no podía abrir la puerta del Atlantic. Lo ayudé. Una vez en marcha, abrió la botella y le dio un trago que hasta yo sentí el desmayo.
-¿A dónde vamos, Johnny?- pregunté.
-Ya veremos, ya veremos, Chiquilín, a mi como que todo este pinche trago me dio comezón en la nariz? –dijo, y comenzó a revolver la guantera-. Ah, mira, pásame el porta cidís que esta allá.
-Nomás no te vayas a pasar cabrón, ya ves luego cómo te pones –dije, pero Johnny metía la llave a la bolsa y daba un jalón que juro por Dios le pusieron los ojos cristalinos al instante.
-Ahora sí, ya está todo resuelto. Mira, Chiquilín, te voy a decir la neta: somos primos, y muy amigos ¿no?
-Eso sí, pero qué traes en mente.
-Hace tiempo que tengo ganas de cogerme a una vieja.
-Cabrón, pero si eso no tiene ningún problema para ti. Nada más en este mes ya te he visto salir con tres, y por la forma como las tratas dudo que sean relaciones laborales.
-Ese no es el pedo. No me falta una que otra de vez en cuando. Voy a ser claro. Quiero que me veas coger con otra vieja. Sí –mi rostro pasó del asombro a la risa en cuestión de segundos-, quiero que tú me veas coger a un puta.
-Ah chingados y por qué yo. Dile a Jorge, ese cabrón es más puerco.
La ciudad estaba vacía a esa hora. Johnny dio unos giros inesperados, que se alejaban del lugar donde suponía que iríamos a terminar la parranda. Volví a recordar el punzón en los huevos.
-Mira Johnny –dije-, a mí esas porquerías de voyeurs o como se llamen no me laten, mejor vamos a tu depa, contratas a una colegiala, te terminas tu coca, le pegas la revolcada de su vida y todos felices ¿va?
-Eres puto. Ya sabía que eras puto, pero no creía que fuera enterarme de esa manera. P-U-T-O.
-Cállate pendejo, el que no me guste andar observando los huevos de otro no me hace puto.
-Entonces acepta. Es más, para que veas que retiro lo dicho y quedamos como siempre, te propongo un trato. Acompáñame a lo que te pido y me cae que no le digo a tu jefe que hace un mes que no te paras por la pinche universidad. ¿Creías que no sabía? Ayer me habló Ramón preguntando por ti. Dice que debes dos materias, que está fácil que las pases, sólo tienes que llegar. ¿Qué dices?
Johnny no tendría ningún problema de contarle todo a papá. Era un hijo de puta hecho y derecho. Él había acabado con el matrimonio de Sandro, primo en común, al meterle la maquiavélica idea que su mujer estaba ideado un plan para divorciarse y dejarlo en la calle. Y sólo porque Johnny lo había soñado. Una mente perversa en todo su esplendor, un Patrick Bateman cualquiera en American psicho.
-Está bien. Sólo que si alguien se entera, te juro que te rompo la madre, Johnny.
La lateral de Tlalpan era un hervidero de carros que se sonaban el claxon. Los conductores asomaban sus estúpidos rostros, intentando hacer un trato justo. El regateo debería ser considerado como una instrucción obligatoria en la escuela. Johnny conduce lentamente, dándome codazos cuando una puta le ha llamado la atención. Un poco adelante, una morena desproporcionada nos hace señas, mostrándonos sus blancos y perfectos dientes. La morena me gusta. Estoy tentado a decirle a Johnny que a la chingada con su trato y darme una buena revolcada con la morena. Johnny intuye mis negras intenciones y detiene el coche.
-Mira, no me gusta hablar de más y voy a ser concreto. –El rostro de la morena es, de súbito, toda atención-. Tengo ganas de coger pero quiero que esté que está aquí –me codea-, quien es mi primo y es, además, mi gran amigo, nos observe. –la morena se muerde los labios, abre los ojos de más, y, a bocajarro, dice:
-No me interesan sus mariconadas, y mientras no luego quieran cogerme los dos, no hay problema. Repito: sólo uno. Y el pago es por adelantado. –Highway to hell resuena en el estéreo, acompañando los labios de la morena que recita una letanía oscura-. Cobro ochocientos pesos, más doscientos del cuarto, que está aquí cerca, en Simón Bolívar.
-Hecho.
El cuarto era modesto, pero limpio. No había más muebles que la cama, un viejo tocador con una lamparita y una silla. La morena se desnuda inmediatamente después de entrar. Sus pechos son minúsculos y descarnados, no mayores que un durazno. Apaga la luz, dejando la tenue realidad de la lamparita. Me jala del brazo y me sienta en la silla. Comienza a acariciarme el miembro. Me besa, a ratos con ternura, a ratos mordiéndome, buscando con sus hábiles dedos mi entrepierna. Para eso Johnny ya está desnudo y se coloca sobre la cama. La morena lo mira y me mira, juguetea, dice obscenidades en mi oído, me frota sus nalgas por el pecho, acerca sus labios a mi miembro y hace el gesto de succionar pero con un movimiento grácil se desprende y se acerca a Johnny. Johnny está fuera de sí. La morena juega con él. Lo cabalga sin penetrar, lo succiona sin succionar, se contorsiona con movimientos circenses, alternando groserías con frases cursis de canciones de Luis Miguel y José José. A borde de la excitación, Johnny la quiere penetrar. “Traes condón”, pregunta la morena. “No”, responde Johnny. “Eso es un problema, yo no cojo sin condón y hoy se me terminaron”. “Qué vaya mi primo”. “Vate a la mierda Johnny ¿por qué no vas tú y yo me quedo a jugar un rato con miss simpatía?”. “No hay problema, voy yo, será cuestión de unos minutos”. “Órale, morenita, pero no tardes”, dice Johnny. La morena se viste rápidamente, se cuelga su bolso ridículo y barato, y cierra de un portazo. Quince minutos después de esperar salgo del cuarto mientras el recepcionista del hotel me lanza una mirada cómplice.

2 comentarios:

  1. Sencillamente sublime!!! una duda. es autobiografico? espero q no je je
    Tu fan Efraín El Viruz (si asi con Z )

    ResponderEliminar
  2. Ok, mi estimado Efra. Y si, tiene algo de autobiogràfico. Sobre todo en la ùltima parte. Un saludo.
    Andres

    ResponderEliminar