No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



domingo, 3 de abril de 2011

EL FALSO LECTOR


LA LECTURA COMO OBLIGACIÓN Los hábitos de lectura entre los mexicanos nos colocan como uno de los países más incultos del mundo. Prácticamente no se lee, y aquellos en quienes debemos confiar la educación de nuestros hijos se deslindan de esta actividad para formarse en áreas que, si bien complementan su formación como docentes, descuidan la lectura abierta, crítica y placentera. O en la mayoría de los casos, leer un libro es peor castigo que ver toda la tarde el programa del Congreso de la Unión. Tal vez deberíamos considerar lo siguiente. Pierre Bayard (Francia, 1954), ha escrito un lúcido ensayo sobre hábitos de lectura que poco o nada tiene que ver con los lectores cultos. Para Bayard, no es necesario haber leído un libro para hablar de él siempre y cuando se tenga una visión de conjunto del libro en cuestión, esto es, conocer su contexto. Si declaramos que no hemos leído un libro, pero somos un poco atinados en conocer cierto contexto del autor o quizá hemos leído alguna otra obra del mismo, podemos entablar una conversación literaria que, cuando menos para Bayard, es válida. Cómo hablar de los libros que no se han leído, es una crítica feroz a nuestros hábitos de lectura, a la vez que desacraliza a los falsos lectores y pone en tela de juicio a los lectores ávidos. Y la tesis es contundente: por más ávido que sea el lector, nunca podrá alcanzar un corpus integratio literario, en pocas palabras: nunca podrá leerlo todo. Es el clásico juego del gato que quiere morderse la cola. Hay varias tesis que sustentan el ensayo de Pierre Bayard (catedrático de literatura francesa en la Universidad de París VIII). Quizá las de mayor resonancia son aquellas que determinan el carácter activo del lector como transformador del texto literario. El lector no sólo es un ente pasivo, sino su mayor labor, al leer, es la de recrear, reescribir, trasladar el texto a un nivel de creación pura. Personalmente me inclino por esta postura: el carácter del lector no es sujetarse a una actividad que lo considera ajeno, sino es formar parte de esta actividad. El lector debe tener la capacidad y la astucia de reescribir un final que no le haya gustado; debe saber cuándo el escritor se equivoca, debe alargar y recortar, anexar y suprimir personajes, escudriñar en el interior de un monólogo. Para Bayard este es el verdadero sentido de lector. Una "visión de conjunto", como denomina un personaje de Robert Musil en El hombre sin atributos, es la mejor opción para aquellos que no quieran (o no tengan tiempo) para leer. Este personaje, que es Bibliotecario, conoce todos los títulos de la inmensa Biblioteca de Viena, gracias a que se ha aprendido todo el catálogo de la Biblioteca. Tiene una “visión de conjunto”, lo que le permite dar una referencia directa cuando se le pregunta sobre un libro.

Cuando se estudia Literatura, como es mi caso, es muy común que quienes elaboran los programas de estudio crean que los alumnos son máquinas de leer que disponen de todo el tiempo del mundo para leer los veinte libros por materia, de un total de seis, que tenemos que leer por semestre. ¡120 libros en cuatro meses y medio! A un ritmo de dos o tres libros por semana es imposible terminar con el programa completo. Y ahí entra la astucia del estudiante. En varias ocasiones tuve que aplicar esa “visión de conjunto” que más se parecía a un engaño descarado. Recuerdo en especial un ensayo sobre Sartre que tuve que entregar. Debía leer los primeros dos tomos de Los caminos de la libertad en un día y hacer un ensayo sobre la novela. Imposible. Rescaté un ensayito sobre Camus y, cambiándole el título, lo entregué. No me fue tan mal después de todo, considerando que, como descubrí días después, el profesor no se había tomado la molestia de leer mi ensayo.

Aunque las tesis de Cómo hablar de los libros que no se han leído sean atractivas (las reediciones del ensayo en francés, inglés y español lo demuestran), no se deben tomar a pie juntillas. Tras una fachada de antiintelectualismo, la obra facilita que estudiantes ávidos de holgazanería justifiquen que no leen. Leer es un acto individual que complementa y facilita el tránsito por esta amalgamada vida; leer es un acto creativo, y el no leer de ninguna manera puede ser considerado como un acto intelectual. Mejor sería incitar a que el joven leyera lo que quisiera, así fueran las instrucciones de uso de un video juego, los anuncios clandestinos de periódicos, manuales de superación personal, fanzines católicos, el libro vaquero o las historietas dominicales. Leer es un acto de libertad, quizá el único acto de completa libertad que aún nos queda, y procurarla es responsabilidad de todos, más de aquellos que de alguna u otra manera estamos inmersos en el mundo literario. Incluso recomendar la lectura como arma para conquistar a la mujer deseada, como hace el maestro Bill Murray en Atrapados en el tiempo, cinta que retoma Bayard: Concederse el tiempo de estudiar con detenimiento los libros que han marcado al otro hasta el punto de compartirlos sería, quizás, la condición de un verdadero intercambio a propósito de la cultura y de una coincidencia perfecta de los libros interiores (Bayard: 120). En efecto: quizá no habría simbiosis más perfecta.

2 comentarios:

  1. Q chido y tienes toda la razon la lectura es una acto de libertad no importa lo q leas sino q leas, ni importa si puedes referir a el en un discurso o debate sino que impacte tu jodida existencia y la haga girar.
    Viruz

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  2. Coincido en que leer libera y quisieras que los demás se contagiaran,uhmm... seguirán igual los resultados en las estadísticas esas que dicen que los mexicanos nos leemos medio ¬¬ libro al año??esperemos que no =I

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