No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



lunes, 13 de diciembre de 2010

EL SILENCIO


En días pasados, el Gobierno Federal, en contubernio con Televisa y sus lacayos, orquestaron una campaña de descrédito a una de las revistas más importantes de habla hispana: Proceso. ¿El leitmotiv? La supuesta filtración de información por parte del conocido narcotraficante "El Grande", lugarteniente de los Beltrán Leyva, en donde éste afirma haber "pagado" el silencio periodístico de Ricardo Ravelo, quien constantemente escribía artículos y reportajes sobre dicho narco. El Programa de Testigos Protegidos de la Secretaría de Seguridad Pública, que dirije el incompetente de Genaro García Luna, pone al descubierto una red de intrigas novelescas en donde lo que menos importe es el testigo, sino la información útil que se pueda obtener de él. En su amplia trayectoria, Proceso ha sido una revista caracterizada por su compromiso periodístico y, sobre todo, por no callar cuando hay que hablar. Sexenio tras sexenio ha puesto al descubierto -con ética periodística, compromiso, intelegencia y huevos- los avatares de la clase política mexicana, su ineficacia, egotismo e irresponsabilidad. Ha lanzado dardos envenenados a los principales actores políticos, ha puesto en tela de juicio la sarta de mentiras que nos venden como Progreso y Cambio, ha desenmarañado el enmarañado y enmierdecido telar de nuestros gobiernos, ha buscado la equidad y la tolerancia. Si decir la verdad cuando hay que decirla, si sacar a luz el hoyo negro de sus conciencias es delito, si mostarnos todas las semana que el cambio en México sólo significó ponerse una camisa recién lavada, perfumada y pútrida es no decir la verdad, ¿qué nos espera? ¿Un estado neoestalinista/neoconservador/proyunquista? Hay que defender la libertad de expresión, hay que hablar aunque duela, hay que proponer que destierren a hijos de puta pseudoperiodistas que sólo defienden la mierda que les da de tragar el amo (López Dóriga), advenedizos sin criterio propio que se escudan tras un personaje con peluca y guante, periodiquillas egresadas de la Ibero que en su vida han estado en una arrabal y que en vez de un libro abren su IPhone (Maerker), toda esa clase repugnante que se presta para atacar a mansalva sin saber bien por qué. Sí saben por qué: devengan un sueldo que incluye venderse al mejor postor, y el Sacro Santo: Nunca Hablar Mal de la Mano que los Alimenta. Las injurias contra Proceso sólo muestran un Gobierno intolerable e intolerante; un Gobierno con un País que se les va de la mano y no sabe cómo remediarlo. El narcotráfico como un cáncer que si bien ellos no han provocado, sí han sido resposables de tan sangriento remedio. En erario público en franco desnivel, una sociedad cansada que emula brotes abúlicos; un Gobierno que se maneja desde la silla de algún rancho cuyo dueño es el Todopoderoso "Chapo".

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