No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



domingo, 9 de enero de 2011

En cierta ocasión -cuentan- la Reina Isabel I ofreció una recepción muy fastuosa e importante en el palacio de Windsor. La Reina ofreció este almuerzo en honor del sultán Amhond de Arabia, quien venía acompañado de un séquito impresionante de 50 personas. El palacio de Windsor fue decorado ex profeso para la fiesta; toda la realeza británica estaba presente; la gente más importante de Inglaterra asistiría. A su llegada, el sultán regaló a la Reina una vasija con joyas y artilugios valiosos. La Reina los recibió con gusto, y regaló al sultán un candelabro que, dicen, había pertenecido a Ricardo Corazón de León y que lo había acompañado en su larga campaña por recuperar Jerusalem en Tierra Santa. Cuando caminaban hacia la inmensa mesa principal, la Reina hizo un gesto de disgusto, apretó los dientes lo más que pudo, cogió la mano de lady Shuttle -se ayudante personal- y, sin poder detenerlo, su tiró un pedo. Todos se vieron entre sí (la Reina no pudo verlos pues dirigía el contingente junto con el sultán y una de sus diecisiete esposas) y, lanzaron un casi inaudible ¡ohhhh! Lores, condes, duques, archiduques y sires se vieron entre sí, asustados. Lady Shuttle escuchó claramente el pedo, enrojeció, apretó la mano de su ama, y, haciendo uso de su último aliento, exclamó: Lo siento.
Este acto de sumisión fue bien recompenzado por la Reina, quien otorgó a lady Shuttle un título nobiliario y varios acres en las afueras de New Castle. Todo sea por mantener incólume el honor -un poco apedorrado-de la Reina.

1 comentario:

  1. Sublime!! me pregunto si alguien haria eso por mi ja ja ja! Saludos estimado Andres!
    Efra

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