Durante un viaje a Guanajuato, unos compañeros y yo estuvimos flirteando con unas españolas open mind con la firme intención de llevarlas a la cama. Las españolas -Mayté, Eréndira y Natalia- eran originarias de Cádiz, Bilbao y Zaragoza respectivamente, pero las tres estudiaban Historia del Arte en Barcelona. Supongo que ahí se conocieron y decidieron hacer ese viaje iniciático -era la primera vez que salían de España, cosa que me pareció curiosa porque para ellas Europa está a la vuelta de la esquina- a un sitio exótico como México y otro más exótico y bello como Guanajuato. Unos días antes habían llegado de Chiapas, y en su español muy correcto nos contaron de sus "viajes" con el hachís en compañía de unos estudiantes de Sociología de la Universidad Autónoma de Chiapas y un ecléctico grupo de músicos franceses y colombianos, y sus problemas intestinales con el tequila y los tacos. Lo único que querían era pasársela bien. Estuvimos bebiendo cerveza por más de cinco horas hasta que el bar cerró y se nos acabó el dinero. Luego ellas pagaron varias rondas más en un bar que a mí me pareció horrible pero como ellas pagaban... Más tarde quisieron comprar coca y por media hora estuvimos preguntando por medio Guanajuato a sujetos que nos parecían drogadictos potenciales. Conseguido el polvo (varios gramos que ellas pagaron sin chistar) nos dirigimos a una casa que rentaban unos turistas ingleses, y ahí seguimos la fiesta hasta el amanecer. Mayté y Natalia se liaron con dos senegaleses que venían en una compañía de danza, y Eréndira se dedicó a polvearse la nariz profusamente y a hablar -en ingles- con un franchute escuálido y drogado de Braque y Picasso como si fueran sus familiares. Así que mis amigos y yo nos quedamos en un discreto rincón de la casa -que parecía, por el decorado, la casa del Indio Fernández-, terminándonos la coca y bebiendo tequila que pagaron, obviamente, nuestras amiguitas españolas. Al poco rato, el inglés de la casa nos avisó que teníamos que marcharnos. Un amigo le explicó que esperábamos a nuestras amigas pero el inglés replicó que ellas se iban a quedar y nosotros ya no éramos bien recibidos. Otro amigo escupió en los pies del inglés, que, sin inmutarse, nos indicó la salida. Amanecía cuando caminábamos por el centro de Guanajuato. Jaime, amigo, comentó que tenía que llamar a casa para que sus padres le enviaran dinero, pues se había quedado sin un duro. Todos estábamos en la misma situación. Miguel estaba callado, cosa rara en él que siempre era tan explosivo. Llegamos al cuartucho de hotel en donde nos hospedábamos. El viaje estaba planeado para una semana pero al tercer día ya no teníamos un quinto. Definitivamente tendríamos que solicitar la ayuda paterna para comprar los boletos de regreso. Me meto al baño, pongo la ropa en el taburete, y, al palpar mi gruesa chamarra, lo descubro: en la bolsa interna de la chamarra estaba la cartera de Eréndira. mil cincuenta euros en billetes varios, tres mil pesos, ochenta dólares, tarjetas de crédito, indentificaciones, pasaporte, fotos familiares y una foto de Eréndira en tanga. Salgo del baño como quien se libra del cadalso. Informo a mis amigos del hallazgo. No recuerdo en qué momento Eréndira me dio su cartera para guardarla, debió ser en el taxi que nos llevaba a la casa de los ingleses. Sacamos el efectivo y la foto de Eréndira en tanga, y con ayuda de un niño dejamos la cartera en la recepción del hotel donde se hospedaban las tres. Esa misma tarde tomamos un camión para la Ciudad de México, en donde pasamos cuatro días fenomenales con el dinero de nuestra amiga española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario