No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



sábado, 19 de junio de 2010

Recomendaciones cinéfilas

SOBRE CINE

Algunas películas sorprenden por su economía estilística. Decir lo concreto en el tiempo justo y acomodando los diálogos a imágenes sugestivas. Historias con un trasfondo intelectual de primer orden que instan al espectador a retroceder la cinta y apreciar el resultado visual. Es el caso de Crashback (Inglaterra, 2006, traducida en español como Belleza involuntaria) la opera prima de Sean Ellis. Una cinta que habla de la belleza y que resulta tan bella como el objetivo que propone expresar. Ben Willis tiene tres obsesiones: el amor, el tiempo y la pintura.
Niño extraño y dotado con una extraña manera de concebir el mundo, Willis pasa su niñez encerrado en un claustro mental donde el tiempo cobra vida a la vez que esgrime los primeros esbozos de su vida sexual. En alguna parte de su niñez, Willis deja Londres y se traslada a un suburbio de la artística Southampton. Ingresa a una Academia de artes en donde intentarán pulirle el talento y convertirlo en un gran artista. Willis se obsesiona con una niña de su clase y comienza a dibujarla de manera obsesiva en posiciones eróticas. El resultado es obvio: la profesora descubre los dibujos y es expulsado de la academia. Pasa el tiempo. Encontramos a Willis ingresando a la Universidad donde estudiará artes. Para costear sus estudios trabaja en un supermercado. En el trabajo conoce a Stephen, Derek y Jenkins quienes, entre otras cualidades, son unos completos imbéciles. Ahí conoce a la cajera Sharon (Emilia Fox, la recordarán en el personaje de Dorota, la amiga que ayuda a Wladislaw Szpilmann en El pianista de Polanski), de quien queda perdidamente enamorado. Las acciones, en este momento, se desarrollan rápido. Sharon también se enamora de Willis, pero lo descubra besándose con una exnovia y lo manda a volar. Sharon renuncia a su trabajo y deja la ciudad. Tiempo después, recibe una invitación a una exposición pictórica. Acude a ella y cuál es su sorpresa que la exposición lleva su nombre y todas las pinturas la presentan a ella en diferentes ángulos. El pintor es Willis, que en sus ratos libres pintaba a Sharon mientras trabajaba en la caja registradora. Es resultado no se hace esperar: Sharon perdona a Willis y parten juntos para Sudamérica, donde Willis expondrá. Belleza involuntaria es una película que obliga al lector a reflexionar sobre los temas que ahí se exponen. La voz en off del narrador (que por momentos recuerda la de American Beauty) guía nuestros razonamientos sobre el amor, la veracidad del arte y sus pugnas por ser imprescindible, la belleza y el tiempo. Como dice Willis en la escena final de la película: "El amor siempre está ahí, en cada segundo, y no importa cuánto tiempo tardemos en darnos cuenta, siempre llega, siempre se va, y nos quedamos solos, parados en la nieve en una mañana muy fría".
Andrés López Sánchez

1 comentario:

  1. Intentaré conseguir la peli carnal, cuidate mucho y nos vemos pronto. Dorota me encanta.
    Daniel.

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