No hay mayor desilusión que la incapacidad de compartir con otra persona un conocimiento que consideramos esencial.



Richard Ford



lunes, 26 de julio de 2010

SEXY TIMES, EARLY TIMES


I
Maya sangraba profusamente por la pequeña incisión. Era una diminuta herida –no más de un milímetro- pero no paraba de sangrar. Durante quince minutos estuve apretando con un algodón con alcohol para detener el sangrado, pero éste parecía no tener fin. Apaga la cámara, había dicho Maya en un momento determinado. Había olvidado por completo la cámara. El punto rojo seguía encendido, expectante ante los gestos de Maya, ante mi tonta obstinación por detener algo que parecía no detenerse nunca. Era la primera vez que cortaba a Maya. Habíamos jugado a golpearnos un poco con consecuencias agradables que no pasaban de un breve moretón. Por lo regular al otro día amanecíamos exhaustos y dejábamos el juego por una semana. Después, comenzamos a invitar a amigos. Era fantástico ver cómo se excitaban viendo nuestras hazañas corporales. Me divertía (y excitaba) ver cómo Maya se liaba a golpes con Manolo para terminar siendo cogida por un Manolo fuera de sí.
II
Despierto a eso de la diez de la mañana y tomo un desayuno ligero. Procuro alistar mi ropa desde una noche antes, para evitar retrasos en caso de no despertar a tiempo. Para el día de hoy he elegido un sutil conjunto de satín y seda, de Gucci, zapatillas Ferrogamo y bolso Armani. En conjunto: 3500 dólares. No pierdo la oportunidad de hojear el periódico mientras degusto mi jugo de naranja y pan tostado. Hay que enterarse del mundo. El Mundo. La sesión es a la doce. Termino mi desayuno e inhalo mi primera línea de coca de las veinte que inhalaré hoy. Fumo el primer cigarrillo de los treinta que fumaré hoy. Bebo la primera copa de vodka de las diez o doce que tomaré hoy. Estoy lista. Recibo una llamada de Jonathan Rocci, mi productor y representante, apresurándome. No hay problema, Jo, voy para allá. Esparzo un poco de coca en la mesa e inhalo la segunda línea. Descargo en mi estómago el resto del vodka y salgo del departamento.
Al llegar a la calle mi Mercedes está estacionado frente a la entrada del edificio. Es uno de los servicios que tenemos en el Anzor Building, en el 2200 del Sunset Boulevard East, un trabuco de hormigón y cristal de cuatrocientos cincuenta mil dólares. Un pequeño lujo, no está demás decirlo. Mi tercera línea, para poner en orden mis ideas. Es un día difícil: Jo quiere una sesión extrema con cuatro afros y un enano tailandés. El público, el público, dice. Para él, el público no existe. El público no es sino una parvada de fantoches sin imaginación, dice. El público paga su mansión en Bel Air, su Testarrosa y su casa de campo en Lake Tahoe. Yo quiero un público así.
En pleno Rodeo Drive se terminan mis cigarros. Bajo en un Mini Market, un lugarcillo sin importancia entre Rodeo y la 47 East. El dependiente, un tipo calvo y dientudo, me entrega el paquete de Marlboro. Usted es… no, no puede serlo, es una equivocación terrible, señorita, disculpe, pero es que se parecen demasiado, dice. ¿A quién?, pregunto. A Natalie Portman, contesta. ¿Natalie Portman?, pregunto, asombrada. Sí, sabe, la semana pasada Mel Gibson pasó por aquí a comprar una botella de Jack Daniels; hace un mes, no lo crea si no le place, Nicholson compró cigarros, traía una borrachera increíble, muy a menudo aparece alguna estrella y lleva algo, explica. Natalie Portman no tiene éstas, digo, sosteniendo con mis manos mis implantes de 5000 dólares. Eso es verdad, ella está menos, cómo decirlo, crecidita. Salgo del lugar. ¿Natalie Portman? ¿De verdad me parezco a esa simplona y frígida neoyorkina que salió con el mexicanito de pacotilla? Yo podría enseñarle algo a esa mojigata. Cuando se haya tragado un pito como el de Salomon Trinkler (30 centrímetros inhiestos), hablamos.
El comentario del dependiente calvo me ha puesto de malas. Son tan obvias las diferencias. Inhalo otra vez mientras me voy acercando a Santa Mónica. Suena mi celular. ¿Dónde estás, llevas media hora de retraso y todo mundo está vuelto loco? Estoy a cinco minutos.
Yo soy exclusiva. Me pagan mucho dinero por ser exclusiva y como me asesoré con un abogado judío (los mejores para hacer dinero) ahora cobro un porcentaje por cada descarga en línea, cada DVD, por cada fotografía, por cada uso de mi imagen. Y vaya si hay dinero en el porno. Es asombroso cuánto puede llegar a gastar un hombre en pornografía. Imágenes reales. Sexo entre dos, tres, cuatro y más, hombres, mujeres, travestis, da igual. Zoofilia. Pedofilia. Necrofilia. Sadomasoquismo. Películas Snuff. Hard Core Sex. La industria del porno está llena de estas delicias. Las descargas en línea de mis películas se han cuadruplicado en seis meses. Corrió la voz que éramos la primera productora porno en ofrecer sexo en línea con un plus: se podían descargar en el mismo momento de ser grabadas. A los hombres les excita ver acción en el momento mismo de coger. Y pagan lo que sea. Jo agregó como preámbulo los preparativos de la grabación como un servicio extra (y gratis) para los consumidores. La primera vez que Jo me lo propuso, dudé. Una cosa es coger ante las cámaras, corregir, repetir, pausar cuando el actor ha perdido la erección, acomodarse cuando una posición es incómoda, cortar, editar, moverse, tardarse tres horas para filmar una escena de quince minutos, y otra es hacerlo todo al instante, con el riesgo de que al actor no se le pare y todo salga espantoso y el cliente se decepcione. Ese cliente buscará otras opciones (que ahora abundan en Internet), y sólo después de haber agotado una buena cantidad de ellas regresará donde empezó, habiendo gastado una suma considerable de dólares que bien pudieron ser nuestros. Jo ha utilizado estos incidentes menores como parte del show. Cuando un actor pierde la erección, interviene, obviamente, el factor tiempo. Y ahí intervengo yo, estimulando al actor, penetrándome con un consolador doble, dándole una mamada al camarógrafo, haciendo guiños sugestivos a la cámara para mantener expectante al cliente. Hay que hacer lo que sea para que el cliente quede satisfecho. En esta industria, como en todas, hay que comer mierda y tragarse el salado esperma de un tipo sin importancia para no correr desesperada hacia la nada.
Andrés López

2 comentarios:

  1. ME HA GUSTADO, ME HE QUEDADO CON GANAS DE LEER MAS, SEGUIRE BUSCANDO HE VISTO QUE TIENES MUCHOS ARTUCULOS PERO PREFIERO SEGUIR CON LA NARRATIVA, VIENE MUY BIEN A ESTAS HORAS DE LA MAÑANA... SALUDOS Y ESTARE PASANDOME POR AQUI, SUERTE CON LOS JOVENES QUE TIENE POCO O NADA QUE VER CON ESTO, QUIZA POR ESO YO ESTUVE UN SEMESTRE Y HUI DESPAVORIDA, QUE TRISTE PARA MI HA SIDO ESTA DECEPCION DE LA ENEÑANZA Y EL APRENDIZAJE INTERRUMPIDOS POR LA FALTA DE INTERES DE UNA U OTRA PARTE... EN FIN SEGUIREMOS EN ELLO, NO QUEDA MAS...
    SALUDOS

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  2. pasaba por aqui y me encontre con esta chida lectura, jajajajajajaja de educacion no tiene nada pero si te deja como p............jo al estar dando lectura a los acontecimientos tan subreales que tienen que ver con el ambito de la pornografia.JAJAJAJAJAJAJAJA OJALA Y AGREGES MAS TEMAS DE ESTOS PUES TE HACEN RECORDAR ALGUNAS COSAS PASADAS JAJAJAJAJAJAJA. NOE

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