Las películas de amor por lo regular aburren. O cuando menos a mí me aburren. Ese tipo de amor trillado y obsesivo que el cine pretende estereotipar, y que se vuelve rebuscado, falso, estéril y fatuo, no concuerda con el tipo de amor que me gusta en el cine. Películas como Malena, Mullholand Drive, Broken flowers o El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que analizan el amor como una relación personal más compleja, visceral y, por momentos, fría, además de hiriente y desechable. Pero hay excepciones. Gratas excepciones. Hace unos días vi una excelente película de amor -y ampliamente recomendable- llamada 500 days of summer (tiutulada en español 500 sin ella), en donde hablan del amor y de las consecuencias de éste al grado de cambiar la concepción del mundo de los personajes. Me resultó interesante porque la cinta utiliza una técnica cinematográfica ampliamente explotada como son los cortes y saltos temporales para mostar el drama psicológico de los personajes, o sea, su deterioro y cambio de humor, obsesiones e histeria. Linealmente la historia es ésta: Tom y Summer se conocen en el trabajo. Ambos trabajan para una compañía que hace tarjetas de felicitaciones. Durante los primeros días no pasa nada, pero luego ambos se reconocen y comienzan a llevar una amistad que, luego de un tiempo, su vuelve una relación informal. Tom está perdidamente enamorado de Summer, pero ésta es reticente a enamorarse. Todos hemos tenido una Summer alguna vez en nuestra vida y a veces pienso que esas "Summers" no son sino una especie de ente maligno con bragas, sostenes diminutos y mirada pícara que vienen de vez en cuando a la tierra y seleccionan a tipos incrédulos e imbécil y les arruinan la vida. A Summer no le intersa llevar una relación tradicional donde todo termine en boda, hijos, hipotecas y una vejez placentera en una casa con jardín. Ella quiere vivir. Tom cree que el amor es todo aquello que le dicen las novelillas de amor. Luego de un comienzo bueno, la relación viene en picada. Summer se aburre y Tom no sabe qué hacer. Summer lo corta. Summer se va. Tom queda hundido en una depresión que lo lleva a perder su empleo. Maldice al amor. Maldice a Summer. Es el tipo más desdichado. Descubre que Summer se ha casado con el primer tipo que se le puso enfrente. Pero no siempre el amor nos estanca: en ocasiones nos saca a flote y descubre en nosotros a alguien que no sabíamos que existía. Tom vuelve a la realidad, consigue empleo como Arquitecto y en la oficina de su trabajo conoce a la que será su pareja. Fin de la historia. Una historia como cualquiera, aderezada con frases sugestivas que exponen la pisiquis del personaje. Además, el soundtrack es ampliamente recomendable.
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